lunes, 24 de enero de 2005

Toli y el aparcamiento

Hace algún tiempo, Toli tenía muchos problemas para aparcar el coche mientras ensayábamos.
Desde hace unos meses el problema se ha resuelto y Toli es feliz.

Todo comenzó a arreglarse inesperadamente para él en un concierto.
Tocábamos una versión de 091, Nadie Encuentra lo que Busca, cuando un espectador un tanto exaltado y bebido decidió subirlo sobre sus hombros.

Y es que el alcohol es muy malo.

Todo parecía ir bien.
Toli se mostró muy participativo y comenzó una simpática y tambaleante mini-gira de Toli y el borracho que les llevó del escenario hasta la barra y columnas limítrofes con bastante éxito de público.
Pero el alcohol es muy malo y ya de vuelta al escenario, los restos de una botella de Mahou rota y la mala suerte hicieron derrapar al beodo.

A consecuencia del resbalón el pantalón del borracho quedó empapado en una mezcla de Mahou calentorra y ceniza añeja.
El parte de Toli fue un poco peor: la guitarra de su cuñado, con la que tocaba Toli aquel día, una Gibson 335 carísima, reliquia de los 60´, quedó destrozada.

Toli tampoco tuvo suerte en la caída y, quizá por intentar salvar la guitarra o por falta de reflejos, cayó antes con la cabeza que con las manos.
Fue justo en el borde del escenario donde Toli dejó tres dientes, una conexión cerebral bastante importante y lo poco que quedaba de su orgullo.

Aún así Luis y yo nos miramos aliviados: el accidente se produjo unos pocos compases antes de su solo de guitarra.

Desde entonces Los Débiles pasaron a ser un grupo más querido que odiado.
"¡Qué fuerza de voluntad! Sale a tocar en silla de ruedas!"
"Lo que pierden en imagen lo ganan en ternura"
"¡Vaya cómo se curran la coreografía!"
"¿No le molestan los reposabrazos para tocar?"
Eran algunos de los comentarios más oídos.

Luis incluso aprovechó y le colocó unos fuegos artificiales en las ruedas al más puro estilo Kiss.
La pirotecnia debía producirse en la parte guitarrera de "Débiles" pero, siempre se nos olvidaba y como las bengalas caducan a los seis meses y había que aprovecharlas, las encendíamos después del concierto justo antes de recoger.

Los camareros flipaban.

*****

Pero el golpe no sólo provocó en Toli una hemiplejia, sino que por una de esas extrañas casualidades -como cuando le das un golpe a una bombilla y en vez de fundirse alumbra más-, se le empezó a entender lo que cantaba.

Así que no era extraño que después de un concierto se le acercase alguien para comentar la letra de alguna canción.

Esto lejos de ser un acicate para su persona constituyó toda una tragedia. Muchos de los que se le arrimaban le decían que habían reconocido tal o cual frase.
"Joder, eso es de Calamaro"
"¿Eso no lo canta Dylan?"
"Macho, esa cita es clavada a una de James Earl."
"La estrofa entera de Lapido, hasta el cambio de acorde."

Lo peor fue cuando un sobrino rockero de Pepe Hierro se le acercó tras un concierto casi llorando y le dio las gracias por haber musicado un poema de su tío.
Esto hizo que Toli enrojeciese tanto que llegamos a pensar que se le estaba soldando algún cable de esos de la médula espinal que tenía chafados por la caída y por tantos años de malas posturas en el sofá.

*****

Desde entonces Toli no quiere tocar en directo, ni grabar discos sólo quiere ensayar.

Luis dice que es porque al final de la calle donde ensayamos, arriba del todo, frente al BlackBerry, Toli tiene plaza de minusválidos para aparcar.

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