miércoles, 1 de abril de 2009

Todo es un timo

Desde que me paso muchas horas cada día en casa por semana, he podido comprobar la cantidad de gente que vive del timo/engaño/mentira/cancamusa.

Ejemplos:

- Llamada al teléfono de número privado. Pueden ser de Orange, Telefónica, Jazztel, Yacom, Ibanesto, Médicos sin Fronteras y muchos más que al ser grabaciones cuelgo directamente.
Como yo creía que mi número de teléfono no aparecía en las guías, ahora pregunto de dónde han sacado mis datos. Inmediatamente dan a un botoncito y sale una grabación que dice que la Agencia no sé qué ha conseguido tus datos de no sé dónde. Si quieres que los borren de sus bases de datos debes enviarlo por escrito a tal dirección o llamar a un número de esos de tarificación especial. ¡! ¿No tendría que ser al revés? Llamar si quiero estar en su puñetera base de datos y no para que me borren. Y además seguro que me vuelven a incluir después.

- Llamada al telefonillo. -¿Quién es? -Caltelo -¿De correos? -...¿eh?... sí, sí (inmediatamente le abren de otro piso). Más tarde cuando abro el buzón hay un anuncio de esos de Dragón Rojo, por pedidos superiores a 12 euros, de regalo un pan chino.

- Otra cosa que he venido comprobando es el de los negocios sobre cosas que son de tercera necesidad. Esas que a las mujeres les gustan tanto. Rayos UVA ultraepidérmicos, tratamientos de rejuvenecimiento de las puntas de los cabellos de la coronilla, sesiones de masaje del aura, implantación de piedras supersensitivas para estimular la autoconfianza o sesión quiromántica con el Maestro Africano Yuyube.

Yo he caído en uno de estos timos. Se me ocurrió restaurar un reloj viejo.
Por deciros que cuando lo vi la primera vez no lo reconocí...
Bueno, pues no hay forma de que el maestro relojero -considerado como el mejor de España por mucha gente- diga: la cagué. No. Todo son palabras y palabras explicando lo inexplicable.
225 euros para estropear un reloj que estaba bien como estaba y que llevé a restaurar por imbécil.

Sé que el capitalismo se basa en eso. Trabajar, para gastar el dinero en cosas supérfluas. Y para quedarse con ese dinero hay auténticos profesionales.

Así nos va.