lunes, 25 de septiembre de 2006

Falo-man vs. Ego-man

Se hallaba Falomán, como siempre, pensativo. Meditaba sobre su papel, sobre lo que le podía ofrecer a la humanidad con unos superpoderes tan... especiales.
Este diálogo que tantas y tantas veces había mantenido consigo mismo se volvía a repetir una vez más esa tarde.
Miraba por la ventana de una habitación en casa de sus padres. Podía ver desde allí un callejón por el que entraban los automóviles al garaje y a esos malditos gatos que de vez en cuando acudían a su olor si una ventana de su casa estaba abierta.
Llovía débilmente.
En los edificios colindantes nunca, jamás, en todo el tiempo que él había vivido allí, había visto asomado a nadie medianamente interesante, a una chica bonita con la que fantasear o perseguir, o de la que jugar a enamorarse en secreto.
Quizás -pensó- "Si eso hubiese sucedido, no me pesaría tanto esta carga".
Maldijo por primera vez sus superpoderes desde dentro de su corazón. Y fue entonces cuando, nada más hacerlo, se arrepintió.
De golpe un pensamiento optimista le invadió.
"¿Cuanta gente puede decir que tiene algún superpoder? Maldita sea, ¿por qué no puedo ser feliz con lo que tengo?"
Y se sintió orgulloso.
Y se dijo que quizás no fuese el mayor superhéroe que hubiese existido, claro que no, pero era uno de esos extraños casos con lo que la naturaleza le había bendecido.

Fue en ese momento de autoaceptación, cuando decidió comunicárselo a su familia.
Sí, él era un ser único, uno entre millones, alguien al que quizás un día la humanidad entera tuviese que agradecerle su salvación.
Debía aceptar su destino. Y un ser tan especial no podía estar sólo. Se lo diría a sus padres y a su hermano. Pero lo haría de una modo suave, paso a paso. No quería que su don les causase ningún trastorno.
"¿Y si se desmayan?... Pero no puedo tampoco andarme con paños calientes. Les contaré mi historia desde el principio y ellos me entenderán. Serán mi apoyo y gracias a ellos desarrollaré mis superpoderes para por fin ser útil a la humanidad".

Se dio la vuelta con una sonrisa enorme dibujada en su cara. Dio el primer paso antes de correr a llamarlos a todos, cuando se tropezó con su hermano menor que estaba justo enfrente de él.
Su hermano vestía unos zapatos deportivos, unos vaqueros, una camiseta negra y en su la cabeza llevaba puesto el gorro de una sudadera gris que le colgaba por los hombros.

Falomán no tuvo tiempo de reaccionar, sólo de oir a su hermano gritar: "¡Soy un superhéroe, soy un superhéroe!".

Antes de que Falomán se diese cuenta, su hermano ya estaba en el salón gritándole la buena nueva a sus padres.

Publicado con Licencia de CarlosNonato (Copyright)
Las auténticas aventuras de Falo-mán pueden encontrarse aquí