domingo, 12 de septiembre de 2010

Cartas desde Madrid (la mugre y las furcias)

Querida prima Cecilia,

no sé si es el choque que me produce Madrid tras pasarme un mes entero en Asturias, pero sus calles me parecen más sucias cada día que pasa.
Quizás sólo sea en el barrio en el que vivo, pero realmente da asco.
Tal vez sea por vivir cerca de conventos donde las monjas reparten comida a los que no han cobrado el paro, pero lo que me encuentro a diario en la calle son excrementos. Y no sólo de perros, también de personas.
Me llama la atención cómo la gente convive a diario con la suciedad. Ahí están, sentados en terrazas donde una cerveza cuesta 4 euros, con su ropa de marca para salir por la noche, sus maquillajes, sus perfumes... y el suelo lleno de mierda. Latas vacías, colillas, papeles, envoltorios de plástico.
En todas partes hay cubos de basura llenos, papeleras que rebosan y que están rodeadas de porquería por el suelo, contenedores de plástico atestados... Casi no se ven barrenderos o la cantidad de los que se ven no parece que guarden relación con la basura que se genera.
Una cosa que me llama mucho la atención es que la gente baja los restos de sus mudanzas o de sus reformas directamente a la calle y allí los deja.


Otra imagen típica del centro de Madrid es el de los contenedores aparcados.
No sé si es porque todo el mundo está haciendo obras en casa, pero es rara la calle en la que no te encuentras uno de estos enormes contenedores metálicos lleno de escombros. Además, como los madrileños suelen ser muy listos aprovechan esta oportunidad para tirar allí la basura y no esperar hasta que las comunidades de vecinos sacan los cubos a la calle. 
De este modo, el contenedor que en principio se había puesto para echar un tabique que se iba a quitar en un apartamento, sirve para que cualquiera que viva en los alrededores eche sus escombros, la ropa que ya no usa, su bolsa de basura o las cacas de su perro. O para que cualquiera que pase por la calle tire el paquete vacío de tabaco, su bolsa de pipas o escupa dentro.


La tercera cosa que a un pobre asturiano le llama la atención en este aspecto es la prostitución en las calles.
Digamos que la calle Montera viene a ser el equivalente de la calle Pelayo de Oviedo o la calle de los Moros de Gijón. Vamos, algo muy céntrico, de tiendas.
Pues esta calle está desde arriba -cruce con la Gran Vía- hasta abajo -Puerta del Sol- llena de prostitutas en una acera y de proxenetas en la otra.
Incluso en la Gran Vía, que equivale a la calle Uría de Oviedo o la calle Corrida de Gijón, las he visto "asaltando" a extranjeros.
Lo más curioso es que en la calle Montera hay una comisaría de policía. Y la gente que no es de fuera de Madrid pasa sin que le llame la atención demasiado.


Yo debo ser muy de pueblo porque todas estas cosas me parecen muy raras.