miércoles, 5 de abril de 2006

El gato de mi hermana ataca de nuevo

Marián vio que mi maleta azul eléctrico de la Caja de Ahorros de Asturias (no, no de Cajastur, eso es muy moderno para una maleta que sea mía), era extraordinariamente hortera y chillona (incluso para mí). Así que me regalo una bonita bandolera de una promoción de Lucky Strike.
A mí, como todos los regalos que me hacen, me da mucha vergüenza aceptarlos porque sé que no voy a poder devolverlos y que no me los merezco.
Pero una vez le hube echado narices, ahí estaba yo, con mi bandolera con un código de barras gigante, más chulo que un ocho. Cada vez que la abría, le encontraba un compartimento nuevo que no había visto -en parte me devolvió a la infancia que quise haber tenido, me sentía como un Goonie descubriendo tesoros-.
Hete aquí que la llevé al salón para hacer un trabajo en el ordenador y la dejé allí.
Hete aquí que mi hermana estuvo en el salón preparando no sé qué mierda de presentación en Power Point. Con ella entró el puto gato, que es como el alien de la película Alien (sí, es que es el prota).
Hete aquí que la neurona de mi hermana no capta que cuando entran dos seres en un recinto cerrado y sólo sale un ser, es que uno se quedó dentro. Como la mosca de la película La Mosca (sí, es que...).
Mi hermana no sabe que cuando la gente dice: "Aquí hay gato encerrado", no es que lo vea. Es que lo huele.
El puto gato de mi hermana decidió mear la mochila que Marían me había regalado tres días antes.
Lo peor fue que lo descubrí al llegar a clase, cuando la abrí ya cerca de mis narices. En casa entre que voy rápido y que debe oler a pis de gato toda ella, ni me enteré.
Cuando llegué a casa y se lo dije, ella me preguntó: "¿Y cómo sabes que fui yo la que dejé la puerta abierta?".
Yo le podía haber contestado que su puto gato a mí no me persigue, que no dejo abierta la puerta del salón, que después de entrar ella lo dejó encerrado y lo tuve que sacar yo, que el Sábado cuando me acosté dejé la puerta cerrada y el Domingo por la mañana estaba abierta o que si no fue ella la que lo metió, fue su novio, que tanto más me da.
Pero soy muy pacífico y no le contesté.

Bocazas

No hay nadie en el mundo que tenga mi porcentaje de meteduras de pata por número de palabras pronunciadas.
A todos a los que -sin querer- alguna vez he ofendido, les vuelvo a pedir perdón.
A los que aún no he ofendido se lo pido por adelantado... creo que ya es tarde para cambiar. Aunque firmaría ahora mismo por ser como los demás.