viernes, 11 de diciembre de 2009

La noche

Llevaba ya unos meses saliendo con aquella chica.
Puedo decir que me volvía loco. Era bonita, elegante, atractiva, moderna. Tenía un trabajo bien pagado como relaciones públicas.
Siempre habíamos salido solos por la noche ya que no teníamos amigos comunes y aún no habíamos tenido tiempo de presentarnos a nuestros respectivos círculos de amistades.
Por eso me encantó que me llamase al trabajo para decirme que esa noche iríamos a un sitio especial.

El reloj marcó las ocho de la tarde, ya había anochecido, cuando puntualmente me pasó a recoger.
Yo iba vestido elegante como ella me había dicho. Ella estaba radiante con una camisa blanca escotada, una colonia -supongo que carísima- que olía de maravilla, conduciendo su bonito coche de dos plazas.
Me llevó a un hotel de lujo donde se presentaba una nueva revista de moda.
Me encontré con una fiesta privada, con fotógrafos en la puerta. Ella parecía conocer a todo el mundo. Con todos se saludaba de una manera muy alegre. El ambiente era muy cálido. Me informaba de quiénes eran cada uno de los invitados y me los presentaba. A la mayoría no los conocía de nada. Arquitectos, músicos, diseñadores, managers, famosos, algún futbolista y, sobre todo, modelos. Muchas modelos.

La noche transcurrió perfecta. Hablé con un montón de gente interesantísima. La cena, tipo buffet, me encantó. Sushi, comida tailandesa, judía... un poco de todo y todo me pareció delicioso. Ella estaba atendiendo a mucha gente por lo que durante gran parte del tiempo no estábamos juntos.

Eran ya cerca de las cuatro de la mañana cuando se me acercó y me dijo que me iba a presentar a dos amigas suyas muy famosas.
Una era Giselle Bundchen -con la cual ya había estado yo hablando un rato antes de que me la presentase- y la otra era Adriana Lima.
Puedo decir que las dos eran muy simpáticas y habladoras. Les encantaba bailar como a mí, así que estuvimos haciendo el tonto en la pista de baile.
Siempre he pensado que las chicas cuanto más guapas son más sencillas y naturales y ellas son un claro ejemplo de esta teoría.

Había pasado un rato, yo había bebido un poco. Fue cuando ella se me acercó y me dijo si me apetecía seguir la fiesta en otro sitio. Yo me alegré y le pregunté si sería una fiesta solos ella y yo. Sonrío y moviendo la cabeza contestó que no.
En un minuto estábamos subiendo en el ascensor hasta la última planta del hotel con una botella de champán y acompañados de Giselle y Adriana.
Abrió una puerta y nos precipitamos dentro los cuatro. Me encontré dentro de una suite enorme, de inmensos ventanales por los que se veía toda la ciudad y con una gran cama redonda en el centro cubierta con una preciosa manta de pelo blanco.

Sin casi darme cuenta me encontré tirado en la cama, con la camisa desabrochada mientras ella y Giselle bailaban y Adriana me besaba el pecho.
Después me desnudaron mientras me acariciaban, bebíamos y reíamos.
Adriana se sentó sobre mí y comenzamos a hacer el amor. Después hice el amor con ella y luego con Giselle. Mientras hacía el amor con una las otras me besaban o bailaban.

Puedo decir que nadie hace el sexo como las brasileñas o al menos como estas dos chicas. Son sensuales y elegantes todo el tiempo. Por momentos tuve la sensación de que sus cuerpos eran sombras que se contoneaban, que bailaban conmigo.
Estuvimos haciendo al amor hasta después de haber amanecido.

Unas horas después me desperté con el sol dándome en la cara, con algo de resaca.
Abrí un poco los ojos. Era todo lo que podía. Dudé si la noche había sido un sueño.
Lo primero que pude entrever fueron tres cuerpos perfectos desnudos y dormido a mi lado.
Cuando pude enfocar un poco más la mirada vi que a mi lado, dormida, estaba Adriana.
Mis movimientos parecieron despertarla un poco. Yo me quedé mirándola. Ella abrió un poco sus enormes ojos del color del mar del caribe.
Me miró sonriendo.
Se acercó a mí. Y, susurrándome al oído, muy bajito me dijo:
"Todos tenemos un corazón hambriento".