domingo, 1 de noviembre de 2009

Cartas desde Madrid

Querida prima Cecilia,

he recibido tu carta. Me alegro que hayas aprobado todas las asignaturas.

Yo no tengo nada nuevo que contarte. Como ves sigo por los madriles, que tienen sus cosas buenas y sus cosas malas.
Yo siempre te hablo de las cosas malas porque creo que pueden resultarte más interesantes.

Sigo enfadándome todos los días por lo estúpidamente competitivos y la poca educación que se ven todos el tiempo en estas calles.
No te confundas, no digo que toda la gente que vive en Madrid sean maleducados. Lo que pasa es que en las grandes ciudades se ven mucho más los extremos. La gente más culta y a su lado lo más garrulo que te puedas imaginar.

Una cosa que me sorprendió mucho cuando llegué aquí fue lo de la prostitución. Vas paseando por la Gran Vía, viendo las tiendas de las marcas más exclusivas, las joyerías con las piezas más caras y de pronto, a la vista de hombres, mujeres y niños te topas con una calle llena de putas y de chulos.
Yo había visto alguna, en el Campillín, por la noche... pero a las once de la mañana de un Jueves, delante del cuartel de la policía... eso nunca.
Los que somos de pueblo, no podemos ir por la calle Montera sin flipar en colores, aunque pasemos mil veces.

También el asunto de la homosexualidad es muy común. Puedes ver a parejas de todas las edades, uno un guaje -aquí dicen chiquito- y el otro un paisano -aquí dicen un vejete-, chicas con señoras, travestis, transexuales haciendo la compra en el Dia -nunca sé si ayudarles a poner las cosas en la caja o no, por un lado parecen delicadas pero luego tienen unos brazos más grandes que mis muslos-. Hace un año y pico se veían bastantes tríos, ahora parece que se pasó un poco de moda.

En cuanto a las pintas de la gente... qué te voy a decir. Al ser una ciudad grande la gente suele ir muy mal vestida. Las madrileñas suelen tener tendencia al hippismo urbano. Les gusta mucho el pelo negro negro, con la raya del ojo muy negra y marcada. Son, generalmente, menos femeninas que en Asturias -o eso me parece a mí-. Llevan unos pantalones pitillo caídos con zapatos de plano que si no tienen dieciséis años suelen sentar francamente mal.
Las peores son las "chonis". Es como el subgrupo más importante dentro de las madrileñas -aunque ninguna madrileña lo quiera reconocer-. Suelen ser chicas jóvenes, con cierta tendencia a vestir "deportivas", fumadoas, piel pálida, raya en el ojo, pelo con moños, chicle, hablan a voces, suelen llevar camisetas escotadas, marcan teta, enseñan sujetador y tanga. Su rasgo más característicos es que hablan a voces, marcan esas jotas asquerosas "ejjjjjque, tía, Ojjjjcar è un ajjjjqueroso" y en el transporte público no les importa una mierda que todo el mundo se entere de sus intimidades. Ojcar en un ajqueroso, pero ella sigue con él. Aunque -eso sí- le va a poner un ultimátum ejcrito por ejeemeeje. Sus amigas siempre le aconsejan que pase de él o se haga al dura.
Yo las veo pelín agresivas para los cánones que se llevaban en mis tiempos. No digo que en Asturias no haya gente chunga, pero somos de otra manera. No sé explicarlo.

El problema de Madrid es que es un sitio bastante pequeño para una población tan grande. Así que hay un poco de tensión por el espacio.
No puedes imaginarte la sensación de claustrofobia que es que el metro se quede parado en un túnel entre dos estaciones con el vagón lleno a rebosar y un calor de morirte.
Ir al supermercado a cualquier hora consiste en un ejercicio de esquivar, apartarse, esperar, entrar, hacerse a un lado, empujar... Cada vez que voy a Asturias y veo el Alimerka, con todo ese espacio ordenado, limpio, con dependientes en la caja, en la panadería, en la carnicería, en la frutería... tengo a veces hasta sensación de agorafobia.
Si hubiese Alimerkas en Madrid, los madrileños irían allí a pasar el fin de semana. Estarían mejor que en casa.
Luego, a la hora de pagar, una cola enorme, se pelean entre ellos, se cuelan, riñen con la cajera, discuten por un carrito...
No me extraña que aquí la gente que trabaja de cara al público sea tan borde.

El problema de la falta de espacio no sería importante si la gente no se odiase entre ellos.
Así que es de lo más normal que en el transporte público, como tantas veces te he contado, que está petao de gente, los haya que cojan los asientos de dos en dos aunque los demás se tengan que quedar de pie. Ya tienes fotos de la forma de sentarse.

Hoy te muestro otro tipo de ocupación. Es la del tipo "mi bolso necesita ir cómodo". Y yo siempre me pregunto "¿los bolsos pagan el abono transporte como adultos o tienen algún tipo de descuento?"
Digo yo que si el bolso es vintage o de cuero viejo, tendrá el descuento de jubilado.
Asimismo tendrá el descuento de estudiante en el caso de que el bolso sea de Salvador Bachiller...

He de decir en defensa de esta señora tan maleducada, tan poco cívica e insolidaria -aunque seguro que luego va por la vida de progresista- que mucha de la gente que viaja en el transporte público madrileño huele de una manera que no es imaginable.
El otro día un amigo andaluz, que es mucho más expresivo que yo, me lo definía perfectamente como "olor a pis seco".

Puedo decir que hace una semana se me sentó lo que parecía una ser humano en el asiento de delante en el autobús. Yo no soy especialmente escrupuloso en el aspecto olfativo. Pero era tal el olor que me mareé. Y no estoy exagerando.
No olía a sudor como podemos oler todos si vamos a trabajar a una obra con la misma ropa y no nos duchamos durante dos o tres días.
Estoy hablando de gente que juega en otras ligas.
En la NBA del hedor. En la Champions de la peste. En las series mundiales de la fetidez. En la NFL de la arcada. En la final four de la miasma. En el campeonato intergaláctico de la podredumbre.

Aún así, esa tía de la foto es una egoísta.