jueves, 27 de octubre de 2005

La verdadera historia de la caída del césar

Carlos picó en la puerta de César.

El día anterior ambos habían acordado quedar en casa de César para hablar de su futuro en Los Débiles.

César abrió la puerta con una sonrisa y abrazó a Carlos, pero éste respondió con frialdad.
César enseguida le ofreció algo a su invitado mientras le ponía el último disco que había comprado y con el que estaba entusiasmado.
Carlos rehusó tomar nada y apenas prestó atención a la música que sonaba.

Antes de que César comenzase una conversación, Carlos le espetó:
- Vamos al grano, tengo prisa.
- Sí, sí –contestó César asustado-.
- He estado pensando en el futuro de Los Débiles…
- (César le interrumpió) Sí tío, yo también he estado currando mucho. ¿Te acuerdas de “Carbón”? He estado retocándola. He hecho evoluciones en ella. Ahora estoy en la versión Carbón 14. Además he estado gestionando un montón de conciertos y he trabajado en los arreglos de todas las canciones de Toli, desde Vergüenza Ajena hasta hoy, pasando por Los Comanches. Por cierto tío, vaya curro que me llevó Aquella Primavera Gris. Pero ha quedado inmejorable… De Hazle Caso a Carolina, no puedo decir lo mismo.

Antes de que pudiese seguir hablando Carlos le cortó.

- César, he estado pensando que es mejor que nos busquemos otro guitarrista.

César se quedó pálido. Al principio pensó que se trataba de una broma, pero al ver el gesto serio de Carlos se dio cuenta de que lo estaba echando del grupo.

- P…p…pero ¿por qué? (Acertó a preguntar César con un nudo en la garganta).
- Tío, no se puede faltar a los ensayos.
- Pero si sólo he faltado a un ensayo…
- Querrás decir AL ENSAYO.
- Tío, operaban a mi padre…
- Joder, César, ni que tú fueses el puto cirujano.
- Pero la médula espinal que le pusieron tenía que salir de alguien…
- Venga César, vete a tomar pol culo. ¡Qué no habrá médulas espinales en un hospital!
- Pero sólo puede ser donante un pariente.
- ¿Y tu madre? ¿No lleva viviendo como una reina desde que se casó mientras tu padre se freía los huevos limpiando barras de cadmio en la central?
- Carlos, me refiero a parientes sanguíneos.
- Y tus abuelos ¿no tienen sangre en las venas, coño?
- Sabes que mis abuelos murieron antes de que mi padre los conociese…
- No me toques las narices. ¿Y tus hermanos?
- ¿No sabes que no tengo hermanos?
- Ah, es verdad, por los huevos de tu padre y los rayos gamma de los cojones. Pero, espera, ¿no tenías una hermana que era una guarra?
- No, esa es la hermana de Luis. Deberías acordarte de las juergas que te pegaste con ella.
- No cambies de tema joder ¡faltaste al ensayo!
- Carlos, pero si fue un ensayo sin importancia y además convocado cinco minutos antes porque Toli y tú os encontrasteis en la calle.
- ¡¡¡¿Llamas un ensayo sin importancia a decidir si jubilamos o no la manta?!!!
- No, no quería decir eso.
- ¡Pero lo has dicho!
- Lo siento…

Durante unos segundos permanecieron callados. Carlos porque estaba ciego de ira y César porque se sentía avergonzado. Se juró a sí mismo no volver a faltar a un ensayo.

Lentamente César se arrodilló delante de Carlos, miró al suelo y con un hilo de voz temblorosa dijo “perdonadme”.
Lo único que pudo ver fue una sombra que se dirigió a su estómago. Carlos hundió su puño entre sus costillas y en ese momento César perdió la respiración.

Antes de irse Carlos, César sintió un escupitajo en su espalda. Después oyó un portazo y se desmayó.


Cuando César recobró el conocimiento se dirigió arrastrándose a la nevera a tomar algo que le calmase el intenso dolor que aún sentía.
Al abrir la puerta, lo primero que vio, en la bandeja inferior fue una tarta que había preparado durante toda la mañana, en la que se podía leer: “OS QUIERO DÉBILES”.