jueves, 30 de julio de 2009

Cartas desde Madrid (Educación para la Ciudadanía)

Querida prima Cecilia,

¿qué tal todo? Espero que en breve nos veremos por allí (espero que mañana mismo).

Hoy te quiero enviar una foto sacada por mí.
Es un poco raro que te envíe esto, porque en la imagen no salgo yo ni ningún monumento o plaza madrileña.
Hasta la hora es un poco rara, ya que está hecha a las siete y media de la mañana.

Es una foto con la que te quiero mostrar el modo en el que se suelen sentar los madrileños en los transportes públicos.


Estarás preguntándote ¿por qué eligen el lado del pasillo en vez del de la ventanilla?
No, no es que a la gente que vive o trabaja en Madrid no les guste la ventanilla. Estoy seguro que en un caso de transporte de media o larga distancia te matarían por quitártela.

¿Por qué se sientan así entonces?

Pensarás, que evidentemente iban sentados con alguien que se acaba de apear en la parada anterior.
No, Cecilia.

Creerás que van a bajarse en la siguiente parada y evitan la ventanilla para no molestar a quien se pueda sentar en el lado del pasillo.
No, Cecilia.

Dudarás si acaso se trata de un problema de claustrofobia.
No, Cecilia.

Se sientan así, porque de esa manera dificultan que alguien se ponga a su lado.

De hecho, es normal que en un autobús en Madrid, aunque haya muchos asientos libres haya gente que va de pie.

Para ti seguramente los madrileños sean solamente esos tipos que viven en Madrid, que cada vez que veas el telediario sólo hable de las cosas que les pasan a ellos o cómo ellos ven las que les pasan a los demás, que tienen un equipo de fútbol muy famoso, que aparecen por tu tierra unas semanas coincidiendo con el verano y se dedican al turisteo de las Pes (ocupan el Parking por las mañanas, se van a la Playa todo el día y por la noche dan un Paseo comiendo Pipas).
Posiblemente se te habían mostrado como gente muy abierta, muy sociables y simpáticos. Seguro que te hablan maravillas de la grandiosidad de Madrid. De su Madrid (aunque vivan a dos horas de la Puerta del Sol).

Pues no. Aunque te parezcan cosmopolitas, urbanitas y gente de mundo, los madrileños se odian entre sí.

No quieren sentarse contigo, te ponen cara agresiva y de fastidio si lo intentas. No quieren esperar detrás de ti en una cola. No quieren cederte ni un centímetro de acera. Les cuesta darte un poco de reconocimiento en el trabajo. Quieren lo que tú miras hasta que dejas de mirarlo.

Todo el tiempo es una continua lucha sorda por conquistar el terreno, el derecho, el tiempo, la dedicación de los demás.

Cuando hay que hablar de sí mismos como solidarios, son los primeros.
Cuando hay que echárselas de educados, no los hay más.