sábado, 12 de noviembre de 2005

Kike Migoya


Kike volvió a casa con sus amigos ya de madrugada.
Había salido por los mismos sitios que cualquier otro Sábado.
En el portal de su casa se despidió de sus colegas, que continuaron caminando a sus casas con paso cansino.

Kike comió algo de la nevera, se cepilló los dientes, se puso el pijama y se acostó.

Poco a poco las imágenes de la noche volvieron a su cabeza y los pensamientos de siempre fueron apropiándose de su mente.
Cuando ya no pudo más saltó de la cama, se arrodilló, apretó los dientes con todas sus fuerzas y rezó como nunca antes lo había hecho.
Que venga una ola, que llegue una marea y limpie las calles. Que el agua limpia purifique tanta suciedad. Por favor, Señor, por favor, acaba con ellos y que no quede nada. Que perezcan ahogados en su basura. No sigas permitiendo esta vileza. Amado Creador libéralos de su vida de animales”.

Después Kike se quedó dormido plácidamente, destapado, sobre su cama.