domingo, 22 de septiembre de 2013

Nuevos miedos

Miedo a que le pase algo. Miedo a que sufra. Miedo a no verla. A no escucharla. A que no estar cuando me necesite. Miedo a que esté sola. Miedo a que no esté bien acompañada. Miedo a que se enferme. Miedo a que no sea feliz. Miedo a que le hagan daño. Miedo a que no encuentre un motivo. Miedo a que no encuentre lo que busca. Miedo a que se deje esclavizar. Miedo a que esclavice. Miedo a no poder proporcionarle lo que necesita. Miedo a decepcionarla. Miedo a que me decepcione. Miedo a no poder protegerla. Miedo a sobreprotegerla. Miedo a que no desarrolle una personalidad. Miedo a que no me quiera o a que me deje de querer. Miedo a que la engañen. Miedo a que se quede. Miedo a que se vaya. Miedo. Pánico. Miedo.

sábado, 14 de septiembre de 2013

El móvil

Una compañera de trabajo me ha contado una historia que le sucedió a una amiga suya que a mí me ha parecido muy costumbrista y por eso os la relato.
Resulta que esa chica es muy despistada. Tenía un teléfono móvil Sony Xperia que le había costado 600 euros y un día que había quedado con mi compañera y otras amigas en una cafetería, lo metió en el bolso del abrigo.
Cuando llegó a casa se dio cuenta de que le faltaba. Cuando llegó a la conclusión de que se lo habían robado lo primero que hizo fue denunciarlo y lo siguiente quitar todas las fotos personales que tenía en la nube o en el dropbox o donde los Sony guarden las fotos.
Unos días después pudo comprobar que a su nube empezaban a subir fotos de una pareja desconocida. Después comenzaron a subir vídeos. Los vídeos podían ser desde una escena de la chica cocinando o de la chica y el chico copulando.
Como había imágenes de fotos en una plaza de Alcalá de Henares, la chica y una amiga fueron a preguntar a la gente si la conocían. Con la información que obtuvieron fueron a la policía, que no hizo mucho.
Un día, mi compañera estaba con otra amiga y le contó del móvil. Esta amiga le dijo que por eso había recibido un Whatsapp desde el móvil robado pero de una desconocida. 
Gracias a ese Whatsapp, conocieron cuál era el teléfono de la ladrona.
Con esa información adicional fueron de nuevo a la policía. De tanto ir por ahí, los policías ya se conocían la historia del móvil robado de cabo a rabo.
Así que esa tarde, cuando se presentó en comisaría la ladrona inmediatamente la reconocieron.
Resulta que la tía iba a denunciar los malos tratos de su pareja.
Los policías enseguida le pidieron la documentación y el móvil. Llamaron a la propietaria y se lo devolvieron. Ella decidió no seguir adelante con la denuncia.
La ladrona dijo que se lo había encontrado en la calle.
Parecía sorprendente una denuncia por malos tratos cuando, de lo visto en los vídeos, se trataba de una pareja que estaba todo el día manteniendo relaciones sexuales.
Como los mensajes y whatsapps de la chica se habían quedado en el teléfono. La propietaria se pudo enterar de que la ladrona había ido a la comisaria a denunciar por malos tratos a su pareja porque había oído que en España daban una paga a las mujeres que denuncian malos tratos.

Esta historia es verídica.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El fin de la civilización. Respondiendo a Daniel Díaz (II)

Después de la contestación de Daniel Díaz a mí respuesta sobre el post "El fin de la civilización" vuelvo a dedicar una nueva entrada en la que intentaré poner en claro mis ideas (pretendidamente) liberales en oposición a su posicionamiento, manifiestamente socialista.

Daniel, sin quererlo, cae en una contradicción. Dice no estar muy seguro de cuáles son los precios del material escolar. A mí me chafa un poco porque quiere decir que toda está serie de réplicas y contrarréplicas, en el fondo, nacen de una frase que no parece que estuviese dicha con mucho fundamento: "Lo que es indigno es el precio del material escolar". Por lo visto faltaba que se añadiese: "Sea el que sea".

LA PROPIEDAD PRIVADA
Daniel Díaz, pone en duda que exista un derecho a la propiedad privada y luego añade que, en todo caso, en su opinión, debería estar en el último en la lista de los derechos. Para él es el derecho menos importante. Espero que cuando se refiera a la propiedad como el menos importante de los derechos, se refiera a toda propiedad privada incluyendo la propia. 
Bien, trataré de resumir la doctrina liberal tal como yo la entiendo. Es muy sencilla. No hay Santísimas Trinidades, ni entes divinos, ni luchas de abstractos, ni contratos sociales, ni contratos públicos, ni contratos divinos, ni contratos colectivos... ni todo eso que se lee en la obra de Rousseau y que es imposible de entender si se anda, como yo, corto de imaginación.
El hombre, desde que nace tiene un derecho fundamental. El derecho a la vida.
Obviamente, este derecho a la vida se entiende inseparable del derecho a la libertad. (¿Qué sentido tiene tener derecho a la vida si eres un esclavo?)
Este derecho a la libertad, que es inherente al derecho a la vida, es amplísimo. Y su único límite es la libertad de los demás.
Para mí no hay más derechos que estos. Fin.
(Supongo que sonará a blasfemia liberal pero no existen -como tales- ni derecho a la salud, ni a la cultura, ni al bienestar, ni a la dignidad, ni a la vivienda, ni al amor, ni al sexo, ni a la felicidad, ni a la pasión, ni a la comprensión, ni a la solidaridad, ni a la camaradería...) 
El derecho a la libertad según la perspectiva que lo miremos o la zona de él a la que nos refiramos puede ser referido a la libertad de pensamiento, a la de reunión, a la de movimiento, a la de asociación, a la sexual... a todo lo que se nos ocurra.
La propiedad privada, que para Daniel Díaz si es un derecho es el último de ellos, no es más que un área, un solar, una parte del derecho inalienable, fundamental, inherente, inseparable del hombre que es el derecho a la libertad.
¿Por qué? Pues porque lo que yo genero con mi trabajo, la riqueza que yo creo, el beneficio que obtengo, lo que es mío porque yo me lo gané o porque alguien libremente me lo dio es parte de mi libertad. Si no fuese así yo sería un esclavo. Si alguien me quita algo que es mío, está atacando a mi libertad. Me está robando mi esfuerzo, mi dedicación, mi tiempo: mi vida.
Para mí es así de sencillo.
No puedo estar más en contra de la opinión de Daniel Díaz cuando dice que para él es un derecho que cede a los demás. ¿A qué demás derechos?
Imaginaos un mundo donde cada uno tiene su propia escala de derechos y lo aplica según le viene en gana. "Para mí la libertad sexual es el último de los derechos" y violo a una chica atractiva que pasa por la calle. "Para mí la igualdad es el primero de los derechos" y le rompo de un martillazo una rodilla a Rafa Nadal. No es un chiste. Estas cosas han pasado a lo largo de la historia. Y en cierto modo siguen pasando cuando se dan ciertos privilegios que se dan a determinados grupos o personas.
Este subjetivismo que se muestra en general en el pensamiento socialista es muy peligroso.
Es lícito robar comida cuando se tiene hambre. Es lícito robar ropa cuando se tiene frío. Es lícito robar material escolar cuando se necesita aprender. Es lícito ocupar un piso cuando se necesita una vivienda. Es lícito robar un cuadro cuando se necesita belleza. Es lícito robar un ordenador cuando se necesita su uso. Es lícito ocupar una casa cuando se amplía la familia. Es lícito robar medicamentos cuando se está enfermo. Es lícito robar cremas hidratantes cuando se tiene la piel seca. Es lícito robar un coche cuando se llega tarde. Es lícito robar un reloj cuando no se tiene hora. Es lícito robar un banco cuando hay una comunidad que mantener. Es lícito ocupar una habitación de un hotel de cinco estrellas cuando se celebra algo. Es lícito subirse a un avión para conocer Nueva York.
El comentario que Daniel Díaz hace sobre qué pensaría yo si mis hijos se estuviesen muriendo de hambre me parece, con todo el respeto, ventajista y tremendista. Realmente es una sociedad civilizada nadie se muere de hambre. Eso sólo pasa cuando se acaba la civilización. Cuando triunfan los parásitos. Mis hijos sólo se morirían de hambre en el caso de que un parásito me hubiese robado lo que me pertenecía. Suponiendo que Daniel Díaz haya escrito usando el único aparato con conexión a internet desde un país subdesarrollado viviendo en el neolítico, un país cuyos bosques hubiesen sido pasto de las llamas y en el que junto a él y sus hijos al borde de la inanición, hay un señor al que, en cambio, le sobra la comida. Yo le diría, está bien, roba, pero atente a las consecuencias. Si la pena es un día de cárcel, o un castigo físico o una multa, asúmelas. Pero, por favor, no le digas al que has robado sus comida que le estás expropiando alimentos. No hace falta insultar a quien has robado.

EL CAPITALISMO
Continúa Daniel diciendo que no cree en el capitalismo. 
Muchas veces la gente confunde capitalismo con consumismo. Espero que no sea este el caso.
Cuando hablamos de capitalismo, como cuando hablamos de libertad, o de felicidad, hablamos de ideas. En este caso la idea de un sistema económico. Si este sistema se basa en la libertad ¿qué problema hay? Un sistema económico en el que cada uno es dueño de lo que produce. Un sistema que se basa en el libre mercado. ¿Seguro que no suena bien?
La pregunta que yo haría es ¿dónde está el capitalismo? Porque yo por más que busco no lo encuentro. En España por ejemplo, hay 48 millones de habitantes. Sólo 16 millones cotizan a la seguridad social de los que cuatro millones son funcionarios o cobran de la administración. 12 millones son potenciales generadores de riqueza ¿y el resto? ¿Seguro que esto es capitalismo? Porque entonces la idea que yo tengo no es muy correcta.
Quizás para otros sea mejor darle todo el fruto de tu esfuerzo a un Estado maravilloso, equitativo, gobernado por hombres sabios y justos, limpios y ejemplares, para que lo redistribuyan de una manera tan perfecta que la sociedad avance a unos niveles gigantescos como ha pasado con Rusia, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Rumanía, la República Popular China o Albania. Una población más pura, más culta, más hermanada, más saludable, más solidaria, más rica y, en cierto modo, más libre.

EL EGOÍSMO
Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, mi madre a menudo nos compraba chocolate para la merienda. Demasiadas veces, cuando mi madre iba a repartir el chocolate, éste había desaparecido. Resulta que una de mis hermanas -que decía que le gustaba más el chocolate que a los demás- lo iba a buscar a la despensa y se lo comía entero. Mi madre le decía que era una egoísta.
Años más tarde, esa misma hermana convenció a mi hermano pequeño de que en realidad a él no le gustaban los langostinos. Mi hermanos durante muchas navidades le cedió sus langostinos. Una Nochebuena mi hermano, probó por primera vez los langostinos y decidió que le gustaban y que no le iba a dar nunca más los langostinos a mi hermana.
Para la mayoría de la gente mi hermana actuaba de forma egoísta.
Según el concepto liberal de la palabra egoísmo, el que actuó de manera egoísta fue mi hermano desde el momento en el que decidió decirle a mi hermana que no, que se acabó. Mi hermana, al menos con el chocolate, no era una egoísta. Era una ladrona.
Para los liberales el egoísmo es bueno. Es necesario. Es una obligación. La palabra en inglés es algo menos radical que en español (Selfishness) aquí diríamos egoísmo racional para quitar la connotación negativa que egoísmo tiene en español. Es una palabra contraria a altruismo, que es la para los liberales tiene unas connotaciones negativas. Una cultura que pide sacrificar tu vida por los demás. Olvidar el yo. Una sociedad donde otro se ocupa de ti para que tú te ocupes de otro y nadie se ocupe de sí mismo. 
No puedo estar, por tanto, en más desacuerdo con Daniel Díaz en lo que respecta a su falta de admiración por la gente que crea riqueza.
Por un lado Daniel dice no tener aprecio por la gente que tiene un proyecto, que lo lleva a cabo y que consigue el éxito si en ese proyecto está el obtener un beneficio propio.
O sea, que la gente que admira Daniel son las personas que hacen las cosas por los demás. Por simple altruismo.
No puedo evitar citar a Ayn Rand: 
El hombre, -cada hombre-, es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de otros. Debe existir por sí mismo y para sí mismo, sin sacrificarse por los demás ni sacrificando a otros. La búsqueda de su propio interés racional y su felicidad es el más alto propósito moral de su vida.
Daniel no admira a un chaval que monta una empresa y que treinta años después da trabajo a quinientas personas, que ha reactivado una comarca, que ha permitido construir un hospital, que ha evitado la emigración de muchos, que ha permitido estudiar a los hijos de los trabajadores, que les ha dejado ahorrar para el futuro, a tener una casa, a haber viajado, a haber aumentado su esperanza de vida.
Daniel, en cambio admira y respeta a una adolescente que reparte abrazos gratis en la calle Preciados.
Pues sinceramente. Todos para él. A mí dame un trabajo, una posibilidad de vivir y los abrazos para las farolas.
Respeta, sin embargo, a los médicos... ¿Cuántos médicos trabajan gratis? Los que yo conozco cobran setecientos euros por una guardia de doce horas.
A los misioneros. Unas buenas personas que van a un país lejano a hablarle a gente sin medios de lo importante que es creer en un ser que no existe y que son financiados con dinero de los que no son misioneros.
O a los voluntarios. Que, parece ser que son personas que sólo son eso: voluntarios. Un tipo que tiene una tienda de flores y que gana dinero y, de paso, da trabajo directo a tres personas más e indirectamente a otro. Ese. Ese no puede ser voluntario. Cuando va a quitar petróleo de unas piedras todo el bien que puede hacer queda eclipsado por su parte maligna de empresario pesetero. Es el voluntario, el que se pone el peto verde de Manos Unidas es el que lleva el mundo adelante. El que inventó el chip. El que creó las vacunas. El motor de explosión. El microscopio. El que diseñó el movimiento de los relojes. El que inventó la filosofía. El que creó sinfonías. El que pintó Las Meninas. El voluntario.
Agarrados al subjetivismo de que algo es bueno según el motivo que lo guía, llegamos a conclusiones peligrosas. Por ejemplo, no hay nada malo en buscar la pureza de una raza. La unión en una creencia. O en querer que todos los hombres sean iguales. O pretender que los que hayan robado devuelvan lo que robaron. O en devolver el orgullo a un país. O librar a una nación de los peligros exteriores.
Esto dio lugar al nazismo. A la Inquisición. Al comunismo. A la expropiación de bienes de los judíos en Europa. A la dictadura de Trujillo. A la caza de brujas.
Aparece entonces la idea trucada. "Soy un ser humano y por naturaleza quiero lo mejor para mí. Pero la sociedad me dice que para quien lo debo querer es para los demás". Esto es una completa locura. Así que comienza el fingimiento. "Yo monto un negocio para ganar dinero -si no, no lo montaría- pero voy a decir que esta es una tienda de Comercio Justo o que el 10% de los beneficios van para la ONG Un niño un triciclo, o que todos mis productos son ecológicos".
Sin embargo, toda conducta humana está guiada por el egoísmo. Incluso el creyente que se sacrifica por otro lo hace para ganarse la vida eterna en el paraíso. No parece mal trato. El que se mata trabajando por la comunidad también lo hace porque piensa que es lo mejor para él. Sin embargo es la definición de sus objetivos lo que hacen errónea su actitud. No trabaja por su verdadero bien, sino que alguien le ha engañado diciéndole que los objetivos naturales egoístas que su mente le pide que persiga son malos, que debe perseguir otros objetivos altruistas, que no son los naturales en un ser humano.
Cuando un corredor de Fórmula 1 gana cinco mil millones no es por jugarse la vida -eso lo puede hacer cualquiera- es porque es tan bueno que una empresa le paga ese dinero ya que obtiene beneficios superiores a que le paga gracias a él. No corre para jugarse la vida. Corre para ganar. Si hubiese alguien mejor que él. Esos cinco mil millones sería para el que es mejor y nuestro piloto debería contentarse con una cantidad inferior a esa. 

LA EMPRESA
Respecto a su idea de que hay un conglomerado estatal-bancario-empresarial en lucha con el ciudadano. Puedo estar de acuerdo en parte. Aunque no creo que en la parte a la que él se refiere. Yo no creo en empresas bondadosas que dejan que el trabajador se organice el trabajo como quiera, que tengan la obligación de mantener en su plantilla para siempre a un empleado independientemente de lo que genere.
Tampoco creo en Bancos-Ong que te dan el 120% de lo que necesites, sin más intereses que la inflación interanual. Sin más requisitos que tu DNI y cinco euros como aval. Que si no pagas las cuotas te dicen: Tranquilo, sigue ocupando la vivienda, ya nos pagarás cuando puedas.
Es cierto que no creo en eso, pero tampoco creo que los bancos privados tengan que ser rescatados por capital público ni que prácticamente todas las empresas de cierto nivel lleguen a acuerdos con el Estado que las beneficie en contra de los intereses de las otras empresas o de los que pagan impuestos.
Sobre la visión de Daniel Díaz de que no le apena que roben al Carrefour. Obviamente, es un sentimiento personal, no tengo nada que decir. Pero su visión del latrocinio si que me parece una barbaridad. Continúa la tradición de esa visión medieval de lo que es noble y de lo que no es. El dinero es algo malo, sucio, obsceno. Caca. ¿En qué planeta la gente va a trabajar por ayudar a los demás? Yo voy a trabajar por dinero. Me levanto todas las mañanas a las seis porque me pagan. Quizás sea un propósito malvado... pero si no me pagasen yo no iría a trabajar. Si me pagasen más en otro sitio, me iría a otro sitio. Por dos razones, porque tendría una vida mejor y porque me sentiría más valorado.
Para Daniel ser accionista de una empresa de alimentación, ropa y demás utensilios que venden en Carrefour es algo malvado. Son grandes magnates con puros enormes hechos de piel de niños africanos que encienden con billetes de 100 dólares y que odian a los pobres y los esclavizan.
Pues no, los accionistas de las empresas son en gran número Danieles, Marcos o Margaritas que se levantan a las seis de la mañana y trabajan en una obra, en una oficina o en un hospital.
Decir que no es obsceno que alguien -sin el más mínimo conocimiento, sin el más mínimo sentido de la equidad, sin título para ello- se precipite en una tienda y, por la fuerza, robe y meta en una furgoneta material que no le pertenece para repartir a no se sabe quién para recibir el aplauso de personas que valoran más a la gente cuanto mayores son sus necesidades sin tener en cuenta su productividad, en mi opinión es un absoluto desatino.

“Robin Hood se cree que fue el primer hombre que asumió un halo de virtud practicando la caridad con la riqueza de la que no era dueño, regalando bienes que él no había producido, y haciendo pagar a otros el lujo de su piedad.
Es el símbolo de que la necesidad, y no el logro, es la fuente de todo derecho, de que no tenemos que producir sino solo necesitar, de que no es lo ganado lo que nos pertenece sino aquello que no hemos ganado”

"La rebelión de Atlas" 
Ayn Rand 

sábado, 7 de septiembre de 2013

La tristeza

Hoy me he encontrado con los padres de un queridísimo amigo. Hablando de varias cosas, la madre de mi amigo -que es seguidora esporádica del Rincón de LaGrand- me ha dicho que el blog le parece bastante melancólico. Yo le he comentado que también el disco de su hijo es bastante triste.
Hace rato, meditando sobre la cuestión, me he acordado de la respuesta de otro amigo cuando le recomendé que escuchase a Lapido. Ya lo he escrito en este blog. Me dijo que no le apetecía escuchar algo tan triste.
A todo esto le sumo que hace una semana decidí dejar de leer el libro que estaba leyendo -Los miserables- porque me estaba literalmente trastornando tanto sufrimiento.
Lo cierto es que, sin yo considerarme una persona excesivamente melancólica, esa tristeza creo que ha marcado parte de mi vida.
Tocaba en un grupo que era considerado como depresivo. Mis gustos tanto literarios, como musicales suelen ser obras tristes. También me pasa con el cine. 
Sin embargo no me considero una persona triste. Admito que no me va mal en la vida. Sobre todo en los aspectos importantes. Familia, salud, amor, amistad, medios... Pero también me podría ir mejor. De hecho tengo más miedo en perder lo que tengo que en no alcanzar lo que ansió. Lo cual ya dice bastante de mi situación.
¿De dónde viene entonces esa tristeza que parece que refleja mi blog?
Yo creo que el principal punto es de una mezcla de no saber escribir y de no tener los suficientes temas para escribir.
Si supiese expresarme como a mí me gustaría, podría hacerlo de cualquier tema sin temor a meterme en él. Sin embargo hay una serie de obstáculos que mi torpeza, mi mediocridad o mis limitaciones -como se quiera llamar- no me permiten abordar.
Si un personaje tan poco interesante y con tan pocos recursos se pusiese a escribir de temas diversos a lo que yo suelo referirme; o resultaría un quiero y no puedo, o bien, sería una especie de Facebook. Cuando digo Facebook me refiero a esa parte ridícula en la que todos pugnan por subir la foto más guay para enseñarle al resto de conectados que su vida es mejor de lo que es. O bien esa parte en la que algunos te muestran su opinión, que en el noventa y nueve por ciento de los casos es la que se supone que será aplaudida por el resto de conectados -aunque sea un absoluto disparate- sobre un tema del que nadie les ha preguntado ni del que entienden y del que toda la información que poseen está tergiversada.
El segundo punto, obviamente, es que la comicidad es menos agradecida que el drama. Contar una historia que haga reír y pensar es más difícil que hacerlo con una que sólo haga pensar.
Además, criticar o señalar o denunciar es relativamente sencillo. Y es, en parte, lo que hago en este blog.
Teniendo esto en cuenta, no me considero una persona triste. Quizás tengo un poco cara de pena o de sufrimiento. Pero eso yo lo achaco a mi timidez. Incluso, si tuviese que definirme, yo diría que a veces resulto poco serio.
Prometo esforzarme en que este blog no se vaya despeñando por el torrente de un viejo cascarrabias que no hace más que quejarse. Además, prometo retomar el que era el mejor blog del mundo -hasta que yo me hice con él- y que dejé abandonado hace cosa de un año, cuando nació mi hija.
El gran Gonzalo Melero creó hace años Las aventuras de Robinzalon Crusoe que me dejó en herencia y que retomaré de nuevo. (Nota, si alguien se quiere pasar por ahí que sepa que hay que leerlo al revés, desde la entrada más vieja a la más reciente).

domingo, 1 de septiembre de 2013

Fin de la civilización. El mito de Robin Hood. (Respondiendo a Daniel Díaz)

Contesto a Daniel Díaz en un post aparte.

Este tipo se merece una contestación para él solo por varios motivos:

- Firma con nombre y apellidos, lo cual dice bastante de una persona. Y ese bastante es todo bueno.
- Expresa su opinión con educación y sin insultos. Incluso en este caso en que es discrepante con la que yo exponía en mi post.
- Saber redactar. Puede parecer que sólo son dos frases, que tampoco es para tanto. Pero yo, que navego por la red casi a diario, puedo afirmar que más de la mitad de lo que la gente escribe resulta difícilmente entendible y/o lleno de faltas de ortografía. Y no estoy hablando de una falta que se te escapa por escribir rápido y no repasar lo escrito. O de una corrección mal hecha con corta-pega. O de un error en la pulsación de una tecla. O de un error en la redacción. (De todos esos errores de los que soy un campeón).
- Como aspecto negativo, he de decir que aparece como uno de los tres seguidores del Rincón de LaGrand, lo cual no habla muy bien de su gusto. Qué se le va a hacer. Nadie es perfecto.

En cuanto a su contestación debo decir que discrepo con lo que ha expresado y con lo que -creo- piensa.
Para empezar, ese uso de la palabra "indigno". No me parece adecuado. Sé que es una palabra comodín, que ahora se usa mucho, como hace unos años se usaba el término "buen rollo".
En mi humildísima opinión, el término dignidad debe ser aplicable principalmente a los comportamientos. Un palo difícilmente puede ser digno o indigno. El sol no es digno o indigno. La acción de una persona sí. La de un gato no. Salvo que utilicemos una prosopopeya (La heróica ciudad dormía la siesta) el término "digno" no es aplicable a algo que no tenga un comportamiento. Se habla de vivienda digna en cuanto al uso que podamos hacer de ella. A una persona o a una familia o a una comunidad puede serle aplicado el término digno por extensión, porque nos referimos a sus actos. Si nos referimos a las cosas o sustantivos como dignos o indignos es porque hay un comportamiento detrás que es al que realmente hacemos alusión. Así si oímos que el militar tuvo una muerte digna es porque no delató a sus compañeros o porque no suplicó el perdón o por lo que sea que hizo durante su ejecución. O sea, que mostró dignidad en su muerte. No a la muerte en sí.

El problema del termino "dignidad" es que es vago. Es sumamente subjetivo.

Por ejemplo, el piso en el que vivo. Todos los familiares y amigos que lo han visitado lo juzgarían como "indigno". Pero como es lo que yo me puedo permitir y el dinero para pagar el alquiler lo obtengo de forma moral y mi comportamiento en el piso es correcto -salvo algunas discusiones con mi mujer en las que me sale el punto asturiano con los tacos-. Para mí sería el equivalente a una vivienda digna.

Por todo ello, hablar de precios dignos o indignos, sin ser del todo incorrecto no me parece el mejor adjetivo. 
Un precio puede ser alto, bajo, exagerado, tirado, descontado, corriente, admisible, inaceptable, justo, exacto, negociable, real, exagerado, abusivo... Pero indigno...

A lo que imagino que Daniel se refiere es que los precios del material escolar son desproporcionados.
O tal vez, que los precios del material escolar son indignantes. Es decir, que llaman a la indignación del que los conoce.

Imagino lo mismo para la segunda frase. Es indignante, vergonzoso que haya muchas familias que no puedan comprar material escolar.

Para hablar del precio del material escolar yo, obviamente, no soy la persona más adecuada. Desconozco el precio de los lápices, bolígrafos, libretas, compases, rotuladores, ceras de colores, blocs de dibujo, libros de texto, diccionarios y demás.
Recuerdo que era un caballo de batalla todos los septiembres en mi casa. Seis hermanos, todos seguidos, todos en el cole, con libros que no se podían aprovechar de un año para otro. Sólo había un sueldo. Y ya eran caros entonces. Ya protestaban todos. Las librerías, porque los colegios los vendían sin ser libreros. Los colegios, porque en los grandes almacenes los vendían más baratos. Los padres porque los libros cada año -además de más caros- eran peores. También se protestaba porque los colegios en los que estudiábamos imponían una lista de libros obligatorios que, o bien cambiaba de editorial a cada curso, o bien porque el mismo libro cambiaba alguna tontería cada años para evitar que se reutilizasen los de los años anteriores.

En relación a su opinión, la respeto. Y sobre el hecho de que haya familias que no puedan pagar los materiales escolares es un hecho del que no sé el alcance y no que no entro a valorar ni discuto.

En resumen. Desconozco el precio del material escolar y si hay muchas familias que no pueden pagarlo. Respeto la opinión de Daniel Díaz aunque creo que el término indigno no es el más correcto para el caso.

Ahora lo que me gustaría es hallar la relación entre unos posibles precios desproporcionados del material escolar y que un grupo de personas roben ese material.

Robar es quitar algo a su propietario a quien lo ha producido. A su dueño. Al que se lo ha merecido. Al que lo ha creado. Al que genera riqueza. Al que lleva al mundo adelante. Al que alimenta a la sociedad.
¿Qué mérito hay en practicar la virtud con la riqueza ajena?
No existe el derecho de apoderarse de la propiedad de los que producen la riqueza.
El "doble parásito" es el que se alimenta del dolor de los pobres y de la sangre de los productivos.
El "doble parásito" le dice al pobre que cuando sienta necesidad lo único que tiene que hacer es violar los derechos del productivo. Si tiene que robar puede robar, si tiene que asesinar puede asesinar.
El "doble parásito" es el ser más inmoral y despreciable que puede existir y nosotros tenemos que combatirlo. 
No podemos darles ningún tipo de apoyo porque nos hacemos sus cómplices.
La primera forma de combatirlos es ser críticos con su vocabulario y la segundo no darles ni la más mínima señal de comprensión.