lunes, 28 de julio de 2014

La P playa

Estoy deseando ir a la playa.
La arena entrándome por cada recoveco, quemándome los pies. El viento descolocándomelo todo.
El sol achicharrándome el cráneo.
El agua fría del norte helándome los tobillos. El nordeste lanzándome chorros de arena sin descanso.
El sudor en la espalda, en las axilas, en la entrepierna. La frente exhalando la crema que se te mete en los ojos.
La playa con esa pareja fumándote al lado. Con las colillas semienterradas en la arena.
Esos jóvenes fardando jugando a las palas a raquetazo limpio que no te dejan estar tranquilo porque juegan a veinte metros uno del otro delante de sus amiguitas que los miran aburridas.
La niña que no se para quieta. Mi mujer diciéndome que me ocupe de la niña. Mi mujer pidiéndome que le eche crema. Mi mujer riñéndome porque no me ocupo de la niña ni le echo bien la crema.
Esos cuerpos orondos allá donde mires. Mi propio cuerpo -que no debería ser visto ni por un médico- al alcance visual de cualquiera. Mis pies blancos. Mis costados blancos. Mis hombros quemados. Mi calva perdiendo pequeños trocitos muertos de piel como si tuviese soriasis.
Ese chaval que entra en el agua salpicando, porque es un chaval y tiene que demostrar lo burro que es delante de sus amigos y delante de las chavalitas.
Esos niños jugando a la pelota, que siempre te acaba cayendo a ti.
El niñito que viene con su abuela a jugar contigo. Y que no, no es nada simpático, pero tienes que reírte y decir: "No señora, si no me molesta".
Esas horas muertas sin hacer nada, que son el paraíso de las mujeres y el infierno infinito de un hombre. Porque un hombre, cuando ve mar o naturaleza necesita matar. Pescar, cazar. Es nuestro eco ancestral llamándonos. Pero no. Tenemos que aguantar hasta las ocho de la tarde con un iglú ¿?, cuatro toallas, dos bañadores, seis cubos, tres palas, un tridente, dos pelotas, un delfín hichable gigante que hay que inflar cuando llegas y desinflar cuando te vas.
No encontramos sitio para aparcar. Cuando nos vamos el volante nos quema en las manos. Cuando nos vamos descubrimos que en el coche tenemos un golpe y nos han dejado un papelito con una nota que pone: "ooirrhgn". O golpeamos nosotros a otro coche al salir del hueco inverosímil donde lo habíamos dejado y dejamos una nota con el teléfono de nuestro jefe.
Nos pueden picar tábanos, avispas, abejas, moscas y hasta peces que se meten debajo de la arena justo a la orilla.
La ola siempre llega cuando tú está entrando. Los familiares vienen a verte cuando por fin te estás quedando dormido.
El olor a tortilla de patata de la familia que se te pone a un metro.
Vas a descansar y vuelves agotado y con la sensación de haber perdido un día de tu vida.

¿Y aún así hay gente que se molesta en llevar un panamá, estrenar esparteras, lucir shorts o colorear el ambiente con un polo de marca...?

¿Alguien ha visto al Príncipe Carlos, a Onassis, a Fred Astaire, a Cary Grant en una playa que no sea privada o que no esté rodando una peli?

La playa es para los pobres.

...Nos vemos en la playa este verano.