domingo, 18 de diciembre de 2016

Dios y Didita

Una compañera de trabajo tuvo a su hija un año antes de que yo tuviese a la mía. Esto significó que yo pude utilizar mucha ropa que a su hija ya no le servía.
Con la ropa, vinieron juguetes y un montón de objetos que utilizan los bebés. Entre todo ello llegó un dudú. Un dudú o doudou es básicamente un pedazo de trapo con cara que los bebés utilizan para dormir. Con él se suelen tapar la cara si hay luz o simplemente lo agarran mientras duermen.
Seguramente por desconocimiento de mi mujer nosotros siempre lo llamamos Didí.
Del mismo modo que la mayoría de los objetos que se les da a un niño no triunfan o no lo hacen más de veinte minutos, hay otros, una minoría de privilegiados, que sí lo hacen.
Didí se convirtió en compañero inseparable de mi hija. Desde hace más de cuatro años, a mi hija le es imposible pasar la noche sin él. Incluso por el día, durante años, tuvimos que salir de paseo con Didí. Si me diesen un euro por cada vez que me he tenido que levantar en medio de la noche a buscar a Didí porque se le había perdido dentro de la cuna o se había caído al suelo, tendría para irme de vacaciones una semana a todo tren.
Lo hemos perdido en la calle y lo hemos vuelto a encontrar. Nos lo hemos olvidado en casa de mis suegros e ido a por él como el que se deja a otro hijo olvidado. Hemos hecho maravillas para lavarlo y tenerlo seco esa misma noche. Mi hija lo ha mordido, olido, cuidado, se ha pelado con él, nos ha dicho varias veces que Didí la ha pegado, se ha bajado de la silla para que Didí fuera en ella, se ha tardado en colocar mucho tiempo en los columpios para que Didí se subiese con ella.
Hace dos años Didí se cambio de sexo y pasó a ser una chica. Desde entonces es Didita. 
Didita a veces es una amiga de mi hija, otras veces es su hija, otras su hermana, otras su madre.
Lo más interesante que yo he visto es que, a veces, cuando la reñimos mucho, la metemos en la ducha por la fuerza o cuando va al médico y la tienen que vacunar comienza a llamar a Didita. Tenemos que darle a Didita para que se calme. Se agarra a ella de una manera feroz. 
Ya está aquí Didita. Nada malo me puede pasar o al menos las cosas no pueden ser tan malas con Didita.
Didita es un muñeco de trapo y no evita la ducha o la riña.

Los dioses ni siquiera han tenido la existencia material inanimada de Didita. Les hemos construido templos, oraciones, teorías, arte, guerras... pero no vamos nunca a dejar de ser minúsculos seres indefensos por mucho que nos agarremos a ellos. Pero necesitamos es sensación de cogernos. De agarrarnos a algo.

Gran hermano 2


¿Quién vigila al vigilante?

Artiodáctilos 

Una religión en la que no hay metáforas con camellos no puede ser seria.