lunes, 24 de enero de 2005

Bárbara Casas

Bárbara Casas no era la chica más guapa del Milán, pero sí la más popular.

Llegó con la intención de arrasar. Era algo que había surgido en ella desde la época del instituto, en la que se había sido eclipsada por otras chicas más resultonas.

Así que se decidió ir a tiendas de viejo y a vestir como la más zorra. Comenzó a representar el papel de la más descarada y a tener el mayor número de rollos posible.

Esa actitud, su originalidad, una cierta pose de chica culta y su intelectualidad un poco barata la hicieron, con el tiempo, un personaje carismático en el paisaje de la oscura ciudad.

Comenzó incluso a crecer dentro de ese ambiente y logró desmarcarse de las figuras cercanas, llegando a superarlas e incluso a criticarlas.


Pero un día, Bárbara Casas llegó a ser más grande que el molde en el que vivían ella y sus compañías. Esto no fue soportado por aquellos que habían crecido a su sombra. Así que le quitaron su pasaporte y le impidieron seguir creciendo.


Bárbara cambió. Se echó un novio pijo. Comenzó a vestir de Zara. Y cuando salía por la noche, lo hacía con su chico de la mano. Comenzó a imitar la forma de vestir de sus amigas e incluso se la ve en el fútbol cada 15 días.

Donde antes había actitud ahora sólo hay pose. Lo que antes era original ahora es afectación.

A veces, al recordar el pasado, por un momento, parece que respirar cuesta un poco más.

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