domingo, 27 de diciembre de 2009

Ruido

Recuerdo que cuando era pequeño, al despertarme en la habitación casi a oscuras, notaba que lo que veía estaba formado de diminutos puntitos.
Supongo que con la aceleración propia de ir cumpliendo años me había olvidado totalmente de ese aspecto visual. Hace una semana, un día que no tuve que ir a trabajar, contemplé que efectivamente los millones de puntitos habían vuelto. Supongo que los puntitos siempre han estado allí pero durante años no he tenido tiempo de fijarme en ellos.

Otra de mis paranoias era que a veces sentía como si la respiración no me surgiese espontáneamente, que tuviese que ser yo el que tenía que ocuparme de hacer el esfuerzo de inspirar y expirar. Eso no me ha vuelto a suceder.

Recuerdo que se lo contaba a mi padre y como él pasaba de mí absolutamente. Por lo de los puntitos me llamaba cegato y por lo de la respiración me decía que se debía a que yo era tan vago que me costaba hasta respirar.
Eran los padres de antes.

Si yo algún día tengo un hijo y me dijese que tiene esos dos mismos problemas, primero me alegraría mucho porque eso querría decir que realmente es hijo mío.
A lo de la respiración le diría que se trata de stress infantil, que no se preocupe y que aprenda a vivir con él mientras se transforma en stress adolescente, juvenil, maduril y senil.
Y a lo de los puntitos, tengo muy claro lo que le diré. Que no son puntitos sino imágenes compuestas de unidades mínimas de información llamadas píxeles. Cuando la luz no es suficiente, el escaso rango de información hace que esos píxeles se junten para formar grupos con el mismo color y luminosidad. Que no se preocupe, que se llama ruido.

A mí me gustaría que mi padre me hubiese tranquilizado explicándome eso. Aunque, claro, como yo nací en los 70 todo era más analógico. Yo no veía ruido. Yo veía grano. Lo cual, dicho sea de paso, resulta bastante más fotográfico.