martes, 31 de enero de 2006

domingo, 29 de enero de 2006

Nieva


La nieve por el día es preciosa. Aunque sólo sea por el hecho de que entorpece a los coches.
Parece como si, por un día, los fuertes, los dueños de la ciudad, estuviesen fastidiados.

Y eso me gusta.

Circulan despacio, inseguros, con una capa blanca sobre ellos que parece que les pesa cientos de kilos.

La nieve por la noche es especial.
Hace las calles más pequeñas. Suenan distintas. No están tan solas. Son más tranquilas.
Deberían ser siempre así.


Nieva

domingo, 22 de enero de 2006

domingo, 15 de enero de 2006

Oído absoluto

Todo comenzó antes de un ensayo.

Mientras Toli encendía el ampli y afinaba la guitarra, Carlos -que estaba montando su batería- practicaba su especialidad: burlarse de las canciones de Toli.

Carlos cantaba en plan de mofa uno de la últimos temas que Toli había compuesto con toda su buena intención -Carlos decía que parecía sacada de la banda sonora del Mago de Oz-.

Toli comenzó a seguirla con su guitarra y se dio cuenta de que Carlos estaba cantándola en el tono.

El resto ya pertenece a la leyenda.


Hasta entonces Carlos dentro de Los Débiles estaba considerado como poco más que un mal necesario. Lo mejor que se podía decir de él es que en su momento había tenido un trastero, que pagaba el local y que no fallaba demasiados ensayos. Musicalmente se le comparaba a la resonancia craneal de Toli. Ni tempo, ni musicalidad, ni sentido del ritmo, ni gusto, ni técnica, ni psicomotricidad, ni uniformidad de pegada... ¡nada!

A partir de aquel día Carlos le daba el tono a Toli, corregía los coros de Luis e incluso proponía melodías alternativas a todos los instrumentos.

En poco tiempo, y debido al entrenamiento, las capacidades de Carlos fueron haciéndose más patentes. Los Débiles comenzaron a prescindir de los afinadores, ya que el oído de Carlos era más preciso. Llegó incluso a corregir un afinador de Kike que había salido mal de fábrica.

Carlos comenzó después una breve carrera de afinador de pianos a domicilio. Después siguió su camino como acondicionador acústico de salas (aún se conserva una placa con su nombre en la Scala de Milán).

Después vinieron las clases a músicos como Chucho Valdés, del que se consideraba que su oído absoluto no tenía parangón. Carlos demostró que era cierto... pero sólo para América.

Mientras tanto, el oído de Carlos iba creciendo a una velocidad insospechada. Fue tal su desarrollo auditivo que fue el primer ser humano -y hasta ahora el único- en dar el paso de categoría de oído absoluto total a oído tridimensional (algo así como pasar del cinturón negro décimo dan a cinturón de oro).

Quizás fue este el momento en el que la bendición se convirtió en su perdición.

Carlos se retó a hacer algo que hasta ese momento nadie había ni siquiera soñado que fuese posible. Se propuso crear un entorno acústico perfecto. Es decir, que en un área determinada, el sonido percibido fuese exactamente el mismo independientemente del lugar en el que el punto de escucha estuviese colocado. Esto no se había conseguido ni en siquiera en salas acústicas de millones de dólares y con tecnología secreta.

Carlos se propuso hacer esto en un ¡entorno abierto!

Lo hizo en el desierto de Nevada. Como únicas herramientas contó con media docena de alfileres, un machete y un altavoz de PC de 10 euros como fuente de sonido.

Con el machete recortó unos cactus. Con los alfileres clavó al suelo a unos cuantos escorpiones de forma estratégica.

Aún hoy día los mejores cantantes de ópera acuden a este lugar a registrar sus pianísimos -a pesar de que el lugar ha perdido cerca del 90% de su capacidad acústica-. (Además el gobernador de Nevada ha declarado a los cactus y a todo tipo de alacranes como especies protegidas).

En las revistas de sonido se hicieron comparaciones de a qué otro logro humano se correspondería la hazaña lograda. Al final, la comparativa considerada más justa fue la que estableció que conseguir el entorno acústico perfecto off door era el equivalente a ganar Vuelta, Giro y Tour durante 27 años consecutivos.


Fue por aquel entonces cuando Carlos comenzó a prescindir del resto de sus sentidos, ya que en muchas ocasiones no servían más que para despistarlo.

Carlos empezó a llevar gafas negras de madera. Y cuando digo madera me refiero a madera. Sin cristal.

La leyenda cuenta que era capaz de comunicarse con los murciélagos y de oir las señales de telefonía móvil de Amena en cualquier lugar (esto último evidentemente era una exageración conociendo la cobertura de Amena).


Ese fue el momento en que Carlos decidió afrontar el mayor reto acústico que pueda imaginarse: conseguir una grabación en que a Toli se le entendiese.

Incluso los cuatro locos que en su día apostaron porque conseguiría el entorno perfecto en un espacio abierto consideraron que este era un reto inalcanzable. La capacidad craneal de Toli era un límite acústico más grande que el propio vacío.

El Vaticano, que consideraba la capacidad acústica del cráneo de Toli como el último misterio de Fátima, elevó una protesta firme ante la embajada española para que no se continuase con experimentos contrarios a la naturaleza y a la Ley de Dios.


En la última hoja de su diario. Con la fecha de 22 de Febrero Carlos apuntó que todo iba según sus planes de trabajo.

Aquel mismo día, Carlos se dirigía a la Cúpula de la fábrica de armas de Oviedo, donde desarrollaba sus investigaciones. Cuando se disponía a cruzar por una de las entradas de la autopista a Oviedo, debido a una mala conexión en los cables que circulaban por dentro del semáforo que daba o cerraba el paso a los peatones, hizo que sonase la sirena en el cambio al peatón rojo en vez de al verde.

Carlos, a pesar de que por el sonido, había distinguido perfectamente que lo que se acercaba a treinta y tres kilometros a la hora era un tren de carretera dos más tres, con una cabeza tractora de 412 CV y que por el sonido del motor se trataba de un Volvo, no pudo suponer que el vehículo no se detendría ya que desconocía que para el camión el semáforo estaba en verde.

El vehículo articulado pasó por encima de Carlos cuando este cruzaba. Carlos fue atropellado por todos sus ejes, uno tras otro. En total nueve ruedas pasaron por encima de todos sus órganos vitales.

Antes de morir, Carlos, pudo distinguir que el sonido de la sirena del semáforo se componía de dos notas una de ellas era una La perfecto a 440 Hz.


El tímpano de Carlos se conserva en formol en el museo Smithsonian de Historia Natural en San Diego. Puede verse de Martes a Jueves.


Radicalidades

Café Quijano son una puta mierda.

jueves, 12 de enero de 2006

Otro chiste difícil

Encuesta sobre el profesorado:

Pregunta 8: ¿El método con el que el profesor imparte las clases es el adecuado?

Demasiadas transparencias.
No deja nada a la imaginación.

miércoles, 11 de enero de 2006