domingo, 30 de enero de 2005

Nace un niño cabra

Ayer, Martes 3 de Junio, Alejandra López Núñez ha dado a luz en el hospital de Valle Robledo (Palencia) el primer niño cabra.
Este hecho insólito ha sido seguido por un gran número de familiares, periodistas y personal sanitario.
Su padre Luis Ruiz ha acogido la noticia con mucha tranquilidad después de la normal preocupación por el parto.
"Lo importante es que tanto la madre como el hijo se encuentren bien. Ahora lo que necesitan es descansar".
El niño que se llamará Mateo Ruiz pesó al nacer 3,700 kgs. y tanto él como la madre podrán ser dados de alta entre mañana y pasado, según nos ha informado el servicio de maternidad del hospital.

Bart Simpson

"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío
"NO INFLAMABLE" no es un desafío

viernes, 28 de enero de 2005

El niño cabra cumple seis años

Aunque los médicos predijeron que moriría antes de llegar a los dos años, el niño cabra ha cumplido los seis años.

Sus padres lo han celebrado con una gran tarta que el niño cabra ha embestido con todas sus fuerzas seis veces.

Los periodistas allí reunidos han mostrado su desagrado al ser salpicados con los trozos que han salido volando.

La madre del niño cabra se ha ofrecido a lavar las prendas afectadas pero los los chicos de la prensa han rehusado amablemente.

El niño cabra después de disfrutar de unos momentos en compañía de sus amigos y familiares se ha retirado ya que se encontraba un poco cansado después de tanto ajetreo.

Antes de despedirnos, los padres del niño cabra han invitado a la prensa al séptimo cumpleaños de su hijo el año que viene.

miércoles, 26 de enero de 2005

Luis y las cervecitas

Siempre me extrañó lo difícil que resultaba localizar a Luis durante las dos horas siguientes a la salida de su trabajo. Su móvil o estaba apagado o no te contestaba a la llamada.

Luis siempre decía que se había ido a tomar unas "cervecitas".
Yo nunca le di demasiada importancia, porque obviamente no la tenía.

Pero esta tarde por una casualidad, me encontraba cerca de donde trabaja justo a la hora en la que echa el cierre. Así que decidí acercarme y de paso comentar algunos asuntillos que teníamos pendientes.

De lejos lo vi bajando la persiana metálica y cerrando con llave la puerta de la tienda. Pensé que vendría hacia donde yo estaba porque es en esa dirección donde suele aparcar el coche. Pero le vi coger una carpeta que tenía apoyada junto a la puerta, se la puso debajo del brazo y se fue justo en el sentido contrario.

Supuse que tendría que hacer algo o que habría quedado con alguien así que aceleré el paso para alcanzarle.

Pero el iba más deprisa de lo que yo esperaba y cuando doblé una esquina él estaba bastante lejos, se miraba el reloj de la muñeca y daba muestras de que llegaba tarde.

A pesar de que aumenté bastante el paso no conseguí tenerlo cerca justo hasta un par de calles después.

Ya lo tenía a pocos metros así que en vez de darle una voz opté por pegarle un golpecito en la espalda. Pero cuando ya estaba yo levantando el brazo él hizo un giro brusco a la izquieda y después de subir unos escalones entró por la puerta de un edificio.

Yo me quedé un poco fuera de sitio y ni siquiera me dio tiempo a llamarle antes de que entrase.
Pensé en ir tras él pero por prudencia antes miré qué podía ser aquel portal.

Me quedé extrañado cuando leí: CENTRO PARROQUIAL DE PUMARÍN.

No supe qué pensar.

Decidí esperarlo fuera pensando que quizás hubiese tenido que ir allí por algún motivo laboral, que alguien que estuviese allí o la propia parroquia fuesen clientes suyos.

Cuando ya llevaba unos minutos esperando comencé a escuchar un murmullo de niños hablando que parecía que provenía del interior del Centro. Vi que una pequeña ventana de las que daban a la calle estaba entreabierta a modo de respiradero. Me acerqué hasta allí y quise asomarme pero aún poniéndome de puntillas me quedaba un poco alta y no podía ver más que el techo de lo que parecía ser un aula.

Justo a unos pocos metros había unos cubos de basura y a su lado la caja vacía de una impresora. Me acerqué y pude comprobar que si me subía a ella por los bordes podría aguantar mi peso.

Con el pie la llevé por el suelo hasta debajo del ventanuco y me subí sobre ella.

Lo primero que pude ver fue a un grupo de unos diez niños y niñas de entre seis a ocho años (nunca he sabido calcular edades y menos las de los niños). Todos estaban muy callados y miraban a alguien que parecía ser su profesor.

Tras asegurarme que la caja resistía mi peso y comprobar que Luis no había salido mientras yo montaba el tinglado, volví a mirar dentro. Me fijé en el profesor y me pareció un poco extraño a primera vista, pero cuando centré más la mirada no podía creerme lo que mis ojos estaban viendo.

Luis era el profesor.

No podía salir de mi asombro.

Tras unos momentos de desconcierto comencé a esforzarme por oir lo que les estaba diciendo a los niños. "Debeis tratar bien a vuestros padres porque ellos son los que os han dado la vida y gracias a ellos estais aquí".

¿QUÉ?

¿Luis pidiendo respeto para los padres?

¿El mismo Luis que había tirado por la ventana el belén y colgado a San José de la lámpara porque discrepaba de la existencia de bueyes en el Oriente Próximo de hace dos mil años?

¿El que les había dicho a sus padres que en la próxima luna llena debería sacrificar a uno de ellos y que lo fuesen echando a suertes?

¿el que dejaba el gas abierto todas las noches despúes de encender incieso en la habitación de sus progenitores?

No me lo podía creer.

Pero en el momento en el que sacó una guitarra de un armario y se puso a cantar salmos fue cuando algo en mí se hundió a la vez que la caja de cartón, que no pudo soportar más mis temblores.

No recuerdo el camino que seguí hasta llegar a mi casa porque mi mente estaba nublada y sólo repetía: "Luis es catequista, ¡Luis es catequista!"

A las dos horas recibí un correo electrónico de Luis que decía: "Vengo de tomarme unas cervecitas. Estoy muy cansado. La web la actualizo mañana. Tagüevo".


Me recorrió un sudor frío cuando en ese momento supe que Luis estaría arrodillado a los pies de su cama pidiendo perdón por no haber dado más amor hoy.

Los Hombres Huevo


Si fuesemos huevos cocidos todo serían ventajas.


Los desplazamientos.

No serían necesarios los vehículos. Bastaría un buen impulso para llegar a cualquier sitio. Las carreteras, por supuesto, no tendrían piso antideslizante. Habría un menor gasto en combustible y por tanto menos contaminación.
No niego que esto conllevaría más riesgo de accidentes, pero de todos modos, el choque de un huevo cocido nunca sería letal. Lo peor que podría sucedernos es la rotura parcial de la clara cocida con pérdida de la masa yemal. Eso sería fácil de sanar aplicando una cáscara artificial durante un tiempo.
Otro posible accidente podría producirse al haber algún elemento punzante sobre el firme. Esto nos podría ocasionar a los huevos humanos, una incisión que podría ser considerada como un simple piercing accidental. ¿No molaría llevar una tuerca clavada en la frente?


Las muchedumbres y aglomeraciones.

Serían maravillosas. El deslizante contacto de los cuerpos de los huevos cocidos entre nosotros resultaría agradable y muy divertido. A la más mínima presión los hombres huevo saldríamos disparados por los aires. A esa expresión corporal se la conocería como puenting inverso.


La ropa.

El gasto del hombre huevo se reduciría enormemente. ¿Qué ropa puede llevar un huevo? Si nos ponemos unos pántalones ¿cómo nos los sujetaríamos? -O nos quedarían bajos y se nos caerían o se nos deslizarían hacia arriba y no veríamos por dónde caminamos-. ¡Ropa fuera!
Además si llevásemos ropa perderíamos nuestra capacidad deslizante, lo que equivaldría a que seríamos minusválidos.
Y ¿para qué querría abrigarse un huevo cocido?


El sexo.

Los hombres huevo no tendríamos sexo. Y aunque lo tuviésemos, como no puede haber diferencias entre huevos y huevas, nunca podríamos relacionarnos. Esto evitaría muchas frustraciones (seríamos más felices). Además nos libraríamos de pérdidas de tiempo y dinero: no gastaríamos en colonias, ni en coches deportivos, ni en clases de golf.
Además, al no existir las huevas, no serían necesarias todas esas tonterías femeninas para llamar la atención del otro sexo, como gastarse una pasta en peluquerías o comprarse modelitos para las bodas.
Así que los hombres huevo tendríamos un gran poder adquisitivo y una mayor esperanza de vida que los seres humanos. Seríamos ricos y además durante mucho tiempo. Esto conllevaría un enorme impulso tecnológico.


El trabajo.

No llegaríamos tarde al trabajo. Al no viajar en vehículos no provocaríamos atascos y si hubiese uno, nos los pasaríamos fabulosamente empujándonos unos contra otros hasta que uno a uno saliésemos disparados en dirección a un puesto de trabajo en el que, aunque no sea el nuestro, no tendrían ningún problema en desempeñar.


La sociedad.

No existirían tensiones en una sociedad tan equitativa. Todos seríamos iguales.


- Con su logística, su capacidad para el ocio, su falta de frustraciones, su economía, tecnología, capacidad laboral, etc, la sociedad de los hombres huevo sería imparable. El sueño de cualquier ministro de economía o medio ambiente.

Sólo existiría un problema: la lacra del canibalismo.

martes, 25 de enero de 2005

Fútbol y especies que desaparecen

Siempre me ha entretenido comparar la música al fútbol. En parte porque si utilizo otro simil me iba a entender mucha menos gente.

Por ejemplo, siempre he creído que en España hay mejores músicos que futbolistas y mejores grupos que equipos de fútbol; y no porque estos sean malos, sino porque el nivel musical es muy alto.

Pero lo cierto es que todos los fines de semana cientos de personas acuden a partidos de fútbol y sólo unos pocos van a conciertos de rock.

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En los últimos 70 o primeros 80 se produjo ese fenómeno de irrupción de muchos nuevos grupos que se denominó "La Movida".
Según dicen los expertos su aportación más novedosa fue el cambio que supuso su nueva filosofía, más espontánea, más juvenil, más fresca.
No eran grandes instrumentistas ni grandes compositores pero sí aportaron un aire más fresco frente a la escena nacional del momento.


Desde que yo toco en Los Débiles muy pocos grupos nuevos de rock han llegado a ser conocidos y vender los suficientes discos para mantenerse. Lo más cercano que puedo recordar es Dover...
(Seguro que hay alguno más, pero ahora no se me ocurren).

Por otro lado, la mayor parte de la pequeña escena pop-rock española se encuentra copada por aquellos grupos que aparecieron en la época de la movida. Justo los que asomaron vendiendo "desenfado" y buen rollo juvenil.

Puedo creerme que esa haya sido una gran generación -de hecho gente como Antonio Vega o Jorge Martínez pertenecen a ella- pero no me creo que del resto todos sean tan buenos como para seguir estando en la Selección después de 25 ó 30 años.

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Sé que no es lo mismo el fútbol que la música -evidentemente-, porque si lo fuese, nuestros titulares en la Primera División serían Satrústegui, Zamora, López Ufarte, Camacho, Quini o Arconada... y estarían reeditando por sexta vez el 12-1 a Malta -esta vez con el sonido del Benito Villamarín en 5.1- o el gol de Maceda a Alemania -desenchufado y remasterizado-, Raúl trabajaría en buzoneo, Casillas en el almacen de MediaMarkt, Fernando Torres estaría estudiando derecho y Pujol le estaría vendiendo seguros a familiares y matriculado en un master de Prevención de Riesgos Laborales.

lunes, 24 de enero de 2005

Toli y el subwoofer

Todo comenzó durante un ensayo.
Preparábamos el repertorio de un concierto cuando Toli cayó en la cuenta de que su voz carecía de graves.
Era algo que todos los componentes del grupo sabíamos incluso antes de su primer cabreo, en el que todos notamos que para ser un hombre, su voz al gritar en vez de acojonarnos hacía que nos descojonasemos de lo chillona que resultaba.

Yo particularmente creí que era una de esas chorradas que suelta en cada ensayo (como cuando dice que Despedidas debe sonar a éxodo y desolación) que hay que perdonárselas por su niñez difícil [ver Toli y el patinete y Toli, el niño enfermo, de esta misma editorial]. Pero no, el tío se empecinó.

A las dos semanas se enteró en Musical Marcos de que JBL tenía firmado un convenio con Corporación Dermoestética y allí se presentó.

El clavel que le metieron fue muy gordo, más que por la operación de seis horas y los derechos de quirófano, por lo que le subieron los portes del subwoofer desde EE.UU. (al zoquete no se le ocurrió otra cosa que traerlos por UPS...).


No se sabe bien si por el grosor de los conos de los bafles o porque la ecualización se la hizo Juan Martínez -que ya se sabe que es muy orquestero- pero el caso es que Toli pasó de no tener graves a tener un exceso de subgraves.


Lo más curioso vino después.

Como aquí el más tonto hace relojes, alguien pronto descubrió que salir de marcha con Toli era lo mejor que te podía pasar.
Os cuento. El implante del subwoofer se lo hicieron a Toli a la altura de las costillas flotantes. Las ondas acústicas producidas por un altavoz de subgraves mueven bastante aire, y esto produce unas fuertes vibraciones.
Así que si tenías una amiga con un buen par de tetas enseguida se la presentabas a Toli.

Y esta era la jugada: Toli, enfrente la tetuda y alrededor una docena de falsos amigos de la noche observando las ondas pectorales de la susodicha.

El espectáculo era fascinante y digno de un estudio antropológico.


Pero la salud de Toli no tardo en resentirse. Intentábamos que las noches fuesen interminables. Todos le invitábamos para que bebiese más y así hablase más alto. Lo llevábamos a locales donde la música estaba tan alta que los vasos eran de madera (se dio el caso de que la cinta de un sujetador al romperse dejó tuerto a uno de los mirones, que no se enteró de su accidente hasta la mañana siguiente en que notó que la perspectiva de su habitación había cambiado).


Toli en pocos meses había envejecido 10 años. Estaba alcoholizado, la falta de sueño le había provocado cierto grado de amnesia, padecía afonía crónica e incluso le faltaba chispa porque toda su electricidad se la chupaban los 80 watios del subwoofer.

En una aciaga mañana Toli fue incapaz de levantarse. No podía con los más de 20 kgs de su combo pectoral. Así que su madre decidió llevarle a Corporación Dermoestética a hacer la operación de reducción de graves.


Desde aquel día la juerga se acabó. Los bares volvieron a parecernos igual de anodinos que antes del subwoofer. Las chicas podían salir por la noche sin miedo a sentir un terremoto en sus sujetadores. Un par de empresas de artesanía del nogal quebraron y los oculistas dejaron de ingresar millones.


Pero Toli salvó su vida.


Bárbara Casas

Bárbara Casas no era la chica más guapa del Milán, pero sí la más popular.

Llegó con la intención de arrasar. Era algo que había surgido en ella desde la época del instituto, en la que se había sido eclipsada por otras chicas más resultonas.

Así que se decidió ir a tiendas de viejo y a vestir como la más zorra. Comenzó a representar el papel de la más descarada y a tener el mayor número de rollos posible.

Esa actitud, su originalidad, una cierta pose de chica culta y su intelectualidad un poco barata la hicieron, con el tiempo, un personaje carismático en el paisaje de la oscura ciudad.

Comenzó incluso a crecer dentro de ese ambiente y logró desmarcarse de las figuras cercanas, llegando a superarlas e incluso a criticarlas.


Pero un día, Bárbara Casas llegó a ser más grande que el molde en el que vivían ella y sus compañías. Esto no fue soportado por aquellos que habían crecido a su sombra. Así que le quitaron su pasaporte y le impidieron seguir creciendo.


Bárbara cambió. Se echó un novio pijo. Comenzó a vestir de Zara. Y cuando salía por la noche, lo hacía con su chico de la mano. Comenzó a imitar la forma de vestir de sus amigas e incluso se la ve en el fútbol cada 15 días.

Donde antes había actitud ahora sólo hay pose. Lo que antes era original ahora es afectación.

A veces, al recordar el pasado, por un momento, parece que respirar cuesta un poco más.

Música, cultura y 16%

Hace un tiempo, a los Débiles, nos propusieron dar un concierto con motivo de reinvindicar la bajada del IVA que se aplica al precio de los discos.
Al parecer, a los productos musicales se les aplica un tipo del 16% y lo que se pretende conseguir es una reducción al 4% aplicable a todos los "bienes culturales".
El fin que se pretende con esta rebaja es "que los ciudadanos compren cultura".
Como yo no tenía muy claro el concepto de "cultura" lo consulté en el diccionario. Allí se define como "conjunto de conocimientos adquiridos".


Esto me lleva a pensar varias cosas.


La primera sería: ¿se rebajarían realmente los precios de los discos?

Yo creo que no, pero si fuese así no alcanzaría esa diferencia que existe entre el 16% y el 4%. Pienso que ese dinero se lo quedarían las discográficas que, a no ser que me demuestren lo contrario -y nunca lo han hecho- les gusta más el dinero que cualquier otra cosa -incluyendo la música-.


Segunda reflexión: ¿Afectaría esa rebaja a grupos como Los Débiles?

El precio de los cuatro discos en los que aparecemos ha sido de 700 pesetas, 1.000 pesetas, 9 y 9,95 euros respectivamente. Vamos, que por nuestra parte no se puede decir que pongamos impedimientos económicos al acceso a la "cultura".


Tercera reflexión. (Y a la que voy). ¿Tiene esto algún sentido?

En España se venden al año unos 60 ó 70 millones de discos. ¿Qué porcentaje de estos discos pertenece a grupos o artistas "famosos"? Yo supongo que un 90% de los discos que se venden son de artistas con una vocación más comercial que cultural.

Pero de todos modos aceptaré TODO tipo de música como cultura, como conjunto de conocimientos adquiridos. Perfecto, (al fin y al cabo en la definición no se especifica el tipo de conocimientos). Por eso Mein Kampf debe ser también cultura ¿no?, las publicaciones de algún imán sobre cómo tratar a las mujeres, o los manuales de Derecho administrativo pertenecen a nuestro acervo cultural.

Pero, ¿dónde está el límite? Si no podemos discriminar la canción del verano de los conciertos para piano de Mozart y aplicarle a uno un 16% y al otro sólo el 4%, tampoco lo podremos hacer con el resto de los bienes culturales. Me explico: un kilo de patatas lleva un tipo más rebajado de IVA ya que se considera un bien de primera necesidad pero ¿no se necesitan unos conocimientos para cultivar esas patatas? ¿no tiene la patata una historia ancestral desde antes de que nuestros antepasados la arrancasen de la sagrada tierra americana y nos la trajesen en las carabelas junto al maíz y al oro? ¿no hay mil formas diferentes de preparar esas patatas -fritas, como las hace mi madre; rellenas, como las preparan mis vecinas (puedo olerlas... a las patatas); o en esencia de sorbete espumoso, como las diseña Ferrán Adriá-? ¿No hay en esto más cultura que en toda la discografía de Los Inhumanos? ¿Subimos el precio de las patatas al 16%? ¿Dónde está el límite entre cultura y no cultura? ¿No debería buscarse otro criterio un poco menos "difuso" y pretencioso para sacar pasta?

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- Si entendemos la cultura como ese bagaje de sapiencia que vamos acumulando durante nuestro recorrido vital, no puedo evitar que a salte a mi memoria la figura de Don Ramón.
Don Ramón fue un profesor que tuve en mi ya lejana EGB en el colegio Loyola. Él presumía de ser el mejor profesor del colegio y nos repetía insistentemente que siempre que se encontraba con un antiguo alumno al que había tenido que soltar un par de buenas bofetadas, este siempre le decía lo mucho que había aprendido con ellas.

Si tenemos esto en cuenta tendremos que considerar, sin ningún género de dudas, a Don Ramón y a su mano castigadora como un bien cultural de primer orden.

Es aquí donde yo defendería de manera radical una rebaja del IVA para los bienes culturales al 0% y, a poder ser, con efectos retroactivos a mi 4º curso de EGB, para que todas las tortas que me metió me hayan dolido un poco menos.

Toli y el aparcamiento

Hace algún tiempo, Toli tenía muchos problemas para aparcar el coche mientras ensayábamos.
Desde hace unos meses el problema se ha resuelto y Toli es feliz.

Todo comenzó a arreglarse inesperadamente para él en un concierto.
Tocábamos una versión de 091, Nadie Encuentra lo que Busca, cuando un espectador un tanto exaltado y bebido decidió subirlo sobre sus hombros.

Y es que el alcohol es muy malo.

Todo parecía ir bien.
Toli se mostró muy participativo y comenzó una simpática y tambaleante mini-gira de Toli y el borracho que les llevó del escenario hasta la barra y columnas limítrofes con bastante éxito de público.
Pero el alcohol es muy malo y ya de vuelta al escenario, los restos de una botella de Mahou rota y la mala suerte hicieron derrapar al beodo.

A consecuencia del resbalón el pantalón del borracho quedó empapado en una mezcla de Mahou calentorra y ceniza añeja.
El parte de Toli fue un poco peor: la guitarra de su cuñado, con la que tocaba Toli aquel día, una Gibson 335 carísima, reliquia de los 60´, quedó destrozada.

Toli tampoco tuvo suerte en la caída y, quizá por intentar salvar la guitarra o por falta de reflejos, cayó antes con la cabeza que con las manos.
Fue justo en el borde del escenario donde Toli dejó tres dientes, una conexión cerebral bastante importante y lo poco que quedaba de su orgullo.

Aún así Luis y yo nos miramos aliviados: el accidente se produjo unos pocos compases antes de su solo de guitarra.

Desde entonces Los Débiles pasaron a ser un grupo más querido que odiado.
"¡Qué fuerza de voluntad! Sale a tocar en silla de ruedas!"
"Lo que pierden en imagen lo ganan en ternura"
"¡Vaya cómo se curran la coreografía!"
"¿No le molestan los reposabrazos para tocar?"
Eran algunos de los comentarios más oídos.

Luis incluso aprovechó y le colocó unos fuegos artificiales en las ruedas al más puro estilo Kiss.
La pirotecnia debía producirse en la parte guitarrera de "Débiles" pero, siempre se nos olvidaba y como las bengalas caducan a los seis meses y había que aprovecharlas, las encendíamos después del concierto justo antes de recoger.

Los camareros flipaban.

*****

Pero el golpe no sólo provocó en Toli una hemiplejia, sino que por una de esas extrañas casualidades -como cuando le das un golpe a una bombilla y en vez de fundirse alumbra más-, se le empezó a entender lo que cantaba.

Así que no era extraño que después de un concierto se le acercase alguien para comentar la letra de alguna canción.

Esto lejos de ser un acicate para su persona constituyó toda una tragedia. Muchos de los que se le arrimaban le decían que habían reconocido tal o cual frase.
"Joder, eso es de Calamaro"
"¿Eso no lo canta Dylan?"
"Macho, esa cita es clavada a una de James Earl."
"La estrofa entera de Lapido, hasta el cambio de acorde."

Lo peor fue cuando un sobrino rockero de Pepe Hierro se le acercó tras un concierto casi llorando y le dio las gracias por haber musicado un poema de su tío.
Esto hizo que Toli enrojeciese tanto que llegamos a pensar que se le estaba soldando algún cable de esos de la médula espinal que tenía chafados por la caída y por tantos años de malas posturas en el sofá.

*****

Desde entonces Toli no quiere tocar en directo, ni grabar discos sólo quiere ensayar.

Luis dice que es porque al final de la calle donde ensayamos, arriba del todo, frente al BlackBerry, Toli tiene plaza de minusválidos para aparcar.