lunes, 5 de octubre de 2009

Bodas (5ª parte)

Ante la impaciencia de algunos, publico la quinta parte de la saga dedicada a las bodas.

Hoy me referiré a la parte casi imperceptible que une las bodas con la religión.

- LOS CURSOS PREMATRIMONIALES (o el friquismo en grado sumo)
Básicamente la razón de estos cursos para la inmensa mayoría de las parejas que los hacen es o porque la novia se quiere casar por la iglesia porque es más guapo (90%) o porque si no se casan por la iglesia los padres no asistirán o irán de mal rollo (10%) -lo cual tendrá una repercusión negativa en el importe de su regalo-.
Lo simpático de estos cursos es que la mayoría de las parejas que acude a ellos se han hartado de verse desnudos, pero en el tiempo que dura el curso van a estar fingiendo que no han tocado al otro nada más que para darse la paz en misa.
Hay un primer momento friqui en el que una de las varias parejas de educadores -que son unos tipos que se ponen como ejemplos de vida cristiana- comienzan a hacer piruetas mentales sobre la contracepción.
Preservativo no, marcha atrás sí, metodo Ogino sí, tratamiento fertilidad no, jugar en un campo de golf tapando el hoyo no, jugar al golf con el hoyo tapado sí, nieve sí, plástico no... ¡la de mi madre!
O sea, que si follas cuando no hay posibilidades de concebir no es pecado. Si pones algún tipo de barrera sí es pecado.
La pregunta que nos hacíamos todos es que si no quieres tener un crío -u otro crío- ¿qué más te da? Al fin y al cabo lo que haces es follar con la idea de no quedaros embarazados. Si una cosa es pecado la otra también...
El segundo momento friquilonguis es cuando el proyector de diapositivas comienza a mostrar partes tan íntimas de mujeres que deberían estar vetadas hasta a los propios ginecólogos. La cosa va en aumento y esas partes aparecen en los diferentes momentos de la ovulación con el consiguiente cambio en el flujo.
Es entonces cuando llega el momento moco cervical que para el que no sepa lo que es, no debería de saberlo.
Es algo degradante. Es algo ignominioso. Es algo asqueroso. Es algo vomitivo. Es algo antiexcitante.
Sólo imaginarme eso dentro de Megan Fox, hace que te apetezca más clavar estacas con la frente que pensar en una mujer.
Comienza entonces el apartado Observación del moco cervical.
Manos con moco cervical, de primera parte del ciclo.
Manos con moco cervical, de segunda parte del ciclo.
Manos con moco cervical, de otra parte del ciclo.
La señora explica y su marido asiente.
El sacerdote canturrea mirando al suelo.
Tú intentas buscar algún apoyo entre el grupo. No encuentras a nadie. Todos están quietos, callados.
Atónitos.
Alguna chica asiente. Tú piensas "esa tía está muy enferma".
La señora explica y yo ausente.
Pero la señora no se calla. Y su esposo sigue asintiéndo, asistiéndo y consintiéndo.
Nosotros nos vamos de allí traumatizados.

- LA CONFESIÓN (o el corte del año)
Desde que comulgas, cada vez que debes pasar a un nuevo sacramento, la confesión está presente.
Los católicos de mi categoría -los pésimos- sólo nos confesamos cuando tomamos la primera comunión, nos confirmamos o nos casamos (la próxima vez será en la unción de enfermos -evidentemente la orden sacerdotal no se contempla a no ser que la crisis se agrave mucho más de lo que pensamos-).
Desde que me confirmé, la confesión no ha cambiado mucho. Más bien poco. Pero -ay amigo- yo sí he cambiado. Tengo más experiencia.
Cuando digo que no ha cambiado mucho, me refiero a que antes, tras un minuto en que le confesabas los pecadillos tipo no estudio mucho, desobedezco a mi padres, me peleo con mis hermanos, digo tacos... el cura te hacía la temida pregunta: ¿te tocas? Y claro, tú te hacías el loco. A lo que él te preguntaba: ¿que si te tocas el pito? (esto es real, a mí me pasó, iglesia de San Juan en Oviedo -fue mi última confesión hasta hace un mes). Pues ahora la pregunta que toca es un poco más sutil: ¿cómo son vuestros encuentros?
Y digo que yo he cambiado, porque antes me ponía rojo, balbuceaba, tartamudeaba, se me secaba la boca, perdía fuerza en las extremidades... Pero ahora me sé salir por la tangente por la secante y si hace falta por la cotangente y por la cosecante.
Así que en vez de descubrir la claridad de los encuentros de pareja opto por salidas más dignas, que me llevan a interesantes charlas sobre la fe y a la idea de que en los males del mundo no es la mano de Dios la que debemos ver sino la de los hombres.
Lo cual es bastante cierto, por otro lado.