jueves, 14 de abril de 2005

La cabra y la oveja

braEsta historia me la contó Carlos Lana una noche. Era muy tarde y había bebido bastante.

En el verano de 1997, después de un concierto en Carrizo de la Ribera (León), volvían Los Débiles repartidos en dos automóviles. En el coche de delante iban Toli, Álvarín y Carlos -el batería- y detrás en la furgoneta -con el equipo- viajaban Chus y Carlos Lana.

Me cuenta Lana que serían las tres de la madrugada, chispeaba a ratos y la noche era muy oscura. La carretera no era buena y Carlos comentaba con su primo cómo había ido el concierto para evitar que se durmiera. Me contó que les habían obligado a tocar en el remolque de un camión, pero que a pesar de eso no había sido un mal concierto.

Después de un rato de camino habían perdido de vista el coche de Toli y atravesaban una zona de bosque. A lo lejos, entre la bruma, en medio de la carretera, vieron una figura de pie, inmóvil.
Carlos me dijo que al principio creyó que era una sombra, luego pensó que era alguien que atravesaba la carretera a pesar del tiempo y de la hora.

Carlos avisó a Chus y Chus aminoró la velocidad.

A medida que se acercaban podían ver más claramente que se trataba de alguien que miraba en su dirección y que no se movía.

Cuando estaban a unos 30 metros, Chus detuvo la furgoneta. Sintió miedo. Quizás se tratase de un borracho. O de algún chico con alguna copa de más haciendo una apuesta con los amigos para ver quién era el más valiente. Incluso pensó que tal vez fuese alguien que quería robarles.

Carlos en cambio, me dijo que aunque al principio imaginó que se trataba de un borracho o tal vez de alguien que estaba pidiendo socorro tras un accidente, enseguida supuso que se trataba de Alvarín o del otro Carlos, que sabiendo que estaban solos en la carretera esa noche, se habrían detenido en cualquier entrada del bosque y estaban haciendo el tonto, como era normal siempre que iban a tocar.

Así que se bajó del coche, encendió un cigarro y se puso a caminar sonriente hacía la figura.

A pesar de que se encontraba bastante cerca Lana aún no podía distinguir si se trataba de Alvarín, Carlos o de Toli, porque la niebla hacía que la luz de los faros de la furgoneta se difuminase. Me dijo que lo único que podía distinguir era el vapor que salía de la respiración. Vio que lo hacía con fuerza así que se imaginó que el débil que fuese se había pegado una buena carrera para hacer la broma.

Justo cuando le iba a dar la mano, un hueco en la niebla le permitió ver la cara.

Al contarme esto Carlos aún se ponía pálido. Serio. Nervioso.

Dice que frente a él había una figura humana. Era un chico de unos dieciseis o diecisiete años, pero algo en sus facciones parecía animal. Además, en su frente, podía ver un par de diminutos muñones que parecían cuernos incipientes. Sus orejas estaban a medio camino entre humanas y animales. Su boca, nariz y barbilla estaban dirigidas hacia el frente como queriendo escapar de la
cara. Al final del mentón una barbita de color rojizo adornaba su rostro.

Carlos dice que tras el susto inicial, no sintió pánico. La cara, a pesar de ser extraña, no causaba miedo. Incluso me dijo que le parecía armoniosa y hasta bella. Además me explicó que la mirada no era agresiva sino que parecía la de alguien desesperando que busca ayuda. Estaba ante un ser aterrado.

Antes de que a Carlos le diese tiempo a reaccionar dio un alto y comenzó a correr hacia el bosque. Carlos en ese momento pudo ver que las piernas no eran humanas. Al preguntarle qué quería decir con eso, Carlos me confesó que las piernas le habían parecido las de una cabra..

Después, se quedó unos segundos parado en el mismo sitio y al mirar hacia el suelo pudo ver una mancha de sangre donde había estado el ser que se había perdido en el bosque.

Al volver a la furgoneta, no le contó la verdad a Chus, sólo le dijo que era un chico bebido que al verlo había salido corriendo.