domingo, 29 de junio de 2008

Masas

Escribo a estas horas porque ahora mismo donde vivo la gente está pasando por la calle gritando. Lo llevan haciendo desde las 12:00 de la noche.
Primero estaban cantando vivas a la selección, luego alemán el que no bote és- és, han pasado al A por ellos oé, y lo último hasta el momento Meditérraneo, entera sin saltarse una sola estrofa, como quien canta el himno del Sevilla.

Hasta hace unos días, una semana, todo el mundo hacía bromas con la selección. Yo mismo bromeaba con que la culpa de todo la tenía Manolo el del Bombo.

De repente todo el mundo es de la selección y ya nadie se acuerda de lo que pasaba antes. La selección era una molestia que tenía que jugar partidos amistosos que interrumpían la Liga. Muy poca gente veía, no sólo los amistosos, sino también las primeras partes de las clasificaciones para los mundiales o eurocopas. Llevar una camiseta de la selección española era poco menos que de pringados. Los españoles se ponían camisetas de sus equipos, y si era de un equipo nacional preferían Argentina, Italia -sobre todo las chicas-, o de un país en donde hubiesen estado de visita.
Ahora se ven chicas comprando en el DIA con camisetas ceñidas con "la roja".

El Real Oviedo, que ahora está en tercera división, tiene una media de seguidores en cada partido bastante baja. Pero cuando hace unos años, el equipo subió a segunda b, las calles estaban llenas de gente que parecía que su principal meta en la vida era que el Oviedo llegase a primera división de nuevo. Cuando volvió a bajar, la mayoría de esa gente estaba desaparecida.

Un caso paralelo es el de Fernando Alonso. Este caso es si cabe más claro, porque posiblemente Alonso sea mejor piloto hoy que hace dos años. Cuando ganaba con Renault o al principio con McLaren, en Oviedo, el Auditorio estaba lleno. Hoy dicen que se juntan allí sólo los fieles.

Hace un par de semanas fui al concierto de Pereza en Las Ventas. Era realmente impresionante ver la plaza llena de gente. El público era mayoritariamente femenino y muy joven. Así que si mirabas a las gradas podías ver un montón de gente bailando, parecía como el movimiento que hace el mar en un muelle. Me pareció espectacular. Pero al poco de estar allí, me dio la impresión de que la mayoría de la gente no estaba tanto para escuchar al grupo o sus canciones, como para pasárselo bien. Iban al concierto de Pereza, porque Pereza mola en este momento. Unas chicas que parecían estar enloquecidas, cuando llegó Estrella Polar, se pusieron a hacerse fotos con sus novios en esa típica actitud de plasmar lo que se supone que es pasárselo bien. Tener un recuerdo, para autoengañarse o para enseñárselo a sus amigas. Cuando Pereza no esté tan de moda, se irán a otro grupo, o simplemente pasarán a otra etapa de sus vidas, aunque Pereza saquen su mejor disco.

¿A dónde quiero ir con esto?
Pues que creo que la gente en general no es -no somos- realmente fieles a nada que no sea nosotros mismos.
Estoy convencido que incluso entre las personas que van a muchos festivales, a un gran porcentaje realmente no les gusta la música. Ese tipo de gente que ha pasado de Coldplay a Chikilikuatre, de Kerouac a Ken Follet o de Lars Von Trier a Zack Snyder.

El otro día acabé en Colón viendo el España-Italia. Estaba lleno de chicas muy jóvenes a las que ni siquiera les gusta el fútbol. Todas vestidas muy sexys y con las caritas pintadas de rojo y amarillo, como habían visto en la tele. Apareció el Rey y toda la plaza se puso a aplaudir.
Esa misma gente que le aplaude, quizás dentro de unas semanas lo lincharían públicamente en la Plaza Mayor si fuese lo que tocase.

miércoles, 11 de junio de 2008

Algo me aleja de mí (Cartas desde Madrid)

Hace ya casi un año y medio que no sueño con canciones.

Antes, siempre estaba pensando en canciones, cuando iba por la calle, cuando subía a la facultad, cuando iba en tren a Gijón, antes de dormirme, antes de levantarme. Siempre le daba vueltas a canciones. A todas las canciones de Los Débiles, por supuesto. Y a cientos de canciones que me gustaban.
Cuando mi novia me preguntaba que en qué estaba pensando, siempre le decía que en nada.
Era mentira. Pensaba en canciones.
Para mí había un mundo interior mucho más interesante que lo que sucedía fuera la mayoría del tiempo. Por culpa de eso, nunca he podido aprender a mantener una conversación intrascendente. Por eso, antes me quedaba callado cuando estaba con los demás.

Ahora ya no pienso en canciones. O muchas menos veces que antes.
Supongo que mi vida está más encauzada ahora que ya no malgasto mi tiempo en tocar en un grupo, ni en la música.

Pero la verdad es que ahora estoy más perdido que nunca. Porque antes, hasta hace casi un año y medio no había dejado de soñar ni un momento.

Ahora no sé a dónde voy. Supongo que me dirijo al mismo camino por el que huye la gente.

¿Podemos?

Manolo el del Bombo es gafe