sábado, 7 de septiembre de 2013

La tristeza

Hoy me he encontrado con los padres de un queridísimo amigo. Hablando de varias cosas, la madre de mi amigo -que es seguidora esporádica del Rincón de LaGrand- me ha dicho que el blog le parece bastante melancólico. Yo le he comentado que también el disco de su hijo es bastante triste.
Hace rato, meditando sobre la cuestión, me he acordado de la respuesta de otro amigo cuando le recomendé que escuchase a Lapido. Ya lo he escrito en este blog. Me dijo que no le apetecía escuchar algo tan triste.
A todo esto le sumo que hace una semana decidí dejar de leer el libro que estaba leyendo -Los miserables- porque me estaba literalmente trastornando tanto sufrimiento.
Lo cierto es que, sin yo considerarme una persona excesivamente melancólica, esa tristeza creo que ha marcado parte de mi vida.
Tocaba en un grupo que era considerado como depresivo. Mis gustos tanto literarios, como musicales suelen ser obras tristes. También me pasa con el cine. 
Sin embargo no me considero una persona triste. Admito que no me va mal en la vida. Sobre todo en los aspectos importantes. Familia, salud, amor, amistad, medios... Pero también me podría ir mejor. De hecho tengo más miedo en perder lo que tengo que en no alcanzar lo que ansió. Lo cual ya dice bastante de mi situación.
¿De dónde viene entonces esa tristeza que parece que refleja mi blog?
Yo creo que el principal punto es de una mezcla de no saber escribir y de no tener los suficientes temas para escribir.
Si supiese expresarme como a mí me gustaría, podría hacerlo de cualquier tema sin temor a meterme en él. Sin embargo hay una serie de obstáculos que mi torpeza, mi mediocridad o mis limitaciones -como se quiera llamar- no me permiten abordar.
Si un personaje tan poco interesante y con tan pocos recursos se pusiese a escribir de temas diversos a lo que yo suelo referirme; o resultaría un quiero y no puedo, o bien, sería una especie de Facebook. Cuando digo Facebook me refiero a esa parte ridícula en la que todos pugnan por subir la foto más guay para enseñarle al resto de conectados que su vida es mejor de lo que es. O bien esa parte en la que algunos te muestran su opinión, que en el noventa y nueve por ciento de los casos es la que se supone que será aplaudida por el resto de conectados -aunque sea un absoluto disparate- sobre un tema del que nadie les ha preguntado ni del que entienden y del que toda la información que poseen está tergiversada.
El segundo punto, obviamente, es que la comicidad es menos agradecida que el drama. Contar una historia que haga reír y pensar es más difícil que hacerlo con una que sólo haga pensar.
Además, criticar o señalar o denunciar es relativamente sencillo. Y es, en parte, lo que hago en este blog.
Teniendo esto en cuenta, no me considero una persona triste. Quizás tengo un poco cara de pena o de sufrimiento. Pero eso yo lo achaco a mi timidez. Incluso, si tuviese que definirme, yo diría que a veces resulto poco serio.
Prometo esforzarme en que este blog no se vaya despeñando por el torrente de un viejo cascarrabias que no hace más que quejarse. Además, prometo retomar el que era el mejor blog del mundo -hasta que yo me hice con él- y que dejé abandonado hace cosa de un año, cuando nació mi hija.
El gran Gonzalo Melero creó hace años Las aventuras de Robinzalon Crusoe que me dejó en herencia y que retomaré de nuevo. (Nota, si alguien se quiere pasar por ahí que sepa que hay que leerlo al revés, desde la entrada más vieja a la más reciente).