jueves, 28 de febrero de 2008

Palabras más o menos

No sé por qué fue, o quizás sí.
Quizás porque para mí él era la muestra viva de la pureza. Porque era -en el buen sentido de la palabra- bueno. Porque era de una nobleza impactante. Por su inocencia, por su obediencia, por su fuerza, por su fidelidad y también -en un sentido diferente- por su belleza.
Supongo que por muchas más cosas.
Pero el otro día cuando llamé a mi madre por teléfono y lo primero que me dijo es que Nash había muerto, a mí se me llenaron los ojos de lágrimas.
Me avergüenza pensar que no siento tanto la muerte de muchas personas como la de ese perro, que ni siquiera era mi perro, y tampoco lo veía muy a menudo.
Por eso quiero explicar por qué lloré.
No cabe duda de que era sólo un animal, pero no recuerdo que nunca hubiese hecho nada malo conscientemente.
Y eso es algo que nunca he visto en ninguna persona. Todos escondemos una parte mala. Hasta el más bueno de nosotros.

Prefiero pensar eso a que soy un hijo puta sin corazón al que sólo le duelen las cosas cuando le tocan de cerca.