domingo, 31 de mayo de 2009

Injusticia e insolidaridad

Sé que escribir esto es tirar piedras contra mi propio tejado y que si alguno se enterase me partiría la cara.
Trabajo en una empresa multinacional, en una planta en Madrid con muchos trabajadores.
La crisis ha dado muy fuerte en el sector de esta empresa. Por lo que los jefes supremos han decidido que mil y pico personas -casi la mitad de la plantilla- deben irse.
Así que los trabajadores nos reunimos, se hacen mítines y se organizan manifestaciones.
El fin de todo ello no es otro que obligar a los gobiernos de la Comunidad de Madrid y al de España, a que den dinero a la empresa.

Yo me quedo acojonao.

Esta misma empresa el año 2007 tuvo unos beneficios inimaginables y el año pasado, a pesar de la crisis, también tuvo un saldo positivo buenísimo.

A los que trabajamos allí en ningún momento nos repercutieron esos beneficios de otro modo que no fuese quedándonos más horas -gratis- y trabajando festivos -pagados-.

Me parece muy bien. Política de empresa.

Ahora que las cosas van muy mal no se echa mano de esos beneficios para mantener a la plantilla esperando tiempos mejores. Lo cual es una incoherencia total y absoluta. Es la famosa máxima de los beneficios se capitalizan y las pérdidas se socializan.

La actitud de los trabajadores es totalmente incomprensible: Esperanza Aguirre es la principal culpable, si esto no se arregla: guerra, guerra, guerra... y otras máximas por el estilo.

Por otro lado asistimos a la destrucción masiva de empleo. Todos los días no sé cuántos cientos de personas quedan sin empleo en España.
Desgraciadamente para ellos son unidades. Un inmigrante que trabajaba en el aeropuerto, una chica que limpiaba, un electricista, una secretaría...

A toda esa gente, que pagó sus impuestos y que trabajó durante años no le espera otra cosa que la maldita cola del paro. Nadie va a luchar por ellos, nadie va a dar la cara en un congreso ni en un ayuntamiento aunque sean cientos de veces más numerosos que los que se pueden unir.
Mientras, a otros, que no tienen por qué haber sido mejores trabajadores les espera una prejubilación ventajosa, un tiempo de sueldo en casa, ERE, un año de formación en la empresa o simplemente ir a fichar y trabajar al 20% de lo que trabajaba hace un año.

Le comenté esto a una persona de la planta con cargos político inmemorial en un partido autodenominado de izquierdas y reconoce que es injusto, pero dice que qué político en su sano juicio va a salir a la palestra y decir que debe haber el mismo trato para todos.

Creo que el trabajador y más si se considera progresista o rojo o de izquierdas o como se quiera llamar debe ser solidario con el resto de trabajadores.
Yo creo que no debería haber ningún privilegio para empleados de empresas grandes respecto al resto. Y me pongo a mí el primero en la lista de iguales.

Se puede dar el caso de que algún comerciante o pequeño empresario o autónomo pierda un día de su trabajo en un corte de carreteras de un grupo de estos trabajadores que, al fin y al cabo, van a acabar viviendo de los impuestos que él paga.

Afortunadamente esto es Madrid y no Asturias. Aquí aún hay algo de equilibrio. En Asturias se desequilibró tanto la balanza hacia un lado que ya no queda una industria que merezca ser llamada como tal y aquí estamos nosotros buscándonos la vida por todas partes.

Recuerdo, hace años, unas navidades despidieron a un tío mío después de estar muchísimos años en una empresa. Mientras él estaba en su habitación con las persianas bajadas, en la cama llorando durante días, los trabajadores de Duro Felguera -una empresa privada- se manifestaban quemando trenes, reventando parquímetros o rompiendo escaparates porque los puestos de trabajo que el Gobierno asturiano les había ofrecido como alternativos a su despido, no eran tan buenos como querían.
Los estudiantes universitarios asturianos que ese año se manifestaban por la subida de tasas, gritaban: "Duro Felguera, ejemplo de lucha".