martes, 5 de diciembre de 2006

La verdadera historia de Adán

Al sexto día Dios hizo al hombre.
Y vio Dios que de todas sus creaciones esta era la mejor.

Entonces Dios quiso rizar el rizo y añadir complementos.

Un día que Adán estaba durmiendo una borrachera, le quitó una costilla y a partir de ella creó a Eva.

Desde entonces la muñeca derecha de Adán empezó a ganar rigidez de manera directamente proporcional al aumento de sensibilidad de las yemas de sus dedos e inversamente proporcional al anquilosamiento de caderas.

Adán tuvo que comenzar a cambiarse de taparrabos todos los días. Se le prohibió comer lo que cazaba más de dos veces por semana. Tuvo que ir de pesca -cosa que le aburría un montón- y plantar -cosa que no le fastidiaba ni la milésima parte de tener que comer lo que plantaba-. Fue obligado a lavarse todos los días en el arroyo -con lo frío que estaba-. No podía tirarse pedos, ni eructar, ni rascarse. No entendía por qué ella tenía una excelente memoria para algunas cosas pero, en cambio, había un par de palabras que le tenía que estar recordando constantemente, y si no lo hacía tenía que volver a sus viejas técnicas con la muñeca.
Lo que más le costó fue encontrar una cueva más grande, soleada y con las mejores vistas del paraíso. Se le prohibió volver más tarde de que apareciese la primera estrella. Aunque él siempre había odiado la idea de un niño, a ella no le importó lo que él pensase. Además Eva quería la parejita. Cuando Adán vio que el segundo era también chico supo que allí no iba a parar la cosa.

Para cuando sucedió el rollo de la manzana, Adán ya estaba tan anulado como hombre que no se lo tomó demasiado mal. El paraíso ya no era lo mismo desde que Eva había aparecido.

El día de su muerte, Adán pensó que por dos o tres sensaciones nuevas había sacrificado demasiado.