sábado, 6 de agosto de 2016

Voladores

Desde que tengo memoria me han fascinado las fiestas de los pueblos.
Mi fascinación no debe interpretarse positivamente.
Una de las cosas que más me han llamado siempre la atención son los voladores. Así los llaman en mi pueblo. No sé cuál será su denominación en otras zonas ¿petardos, cohetes...?
El volador consiste en un palo muy ligero del tipo de los juncos esos que crecen junto a los ríos, al que se le une un cartucho de pólvora y una mecha. Al encender la mecha el volador sale despedido y en unos tres, cuatro o cinco segundos aproximadamente explota.
Diciéndolo educadamente siempre me han molestado enormemente.
Son peligrosos. Son ruidosos. No aportan nada positivo a las fiestas de los pueblos, que ya son de por sí vulgares.
Imagino que su función viene del pasado cuando ir de un pueblo a otro era algo así como hoy ir de un una comunidad autónoma a otra. Tirar un petardo para que los pueblos de al lado se enteren de que hay una fiesta y se unan o se fastidien.
Hoy para informar de la fiesta ya existen periódicos, carteles, programas de las fiestas, tablones de anuncios, internet...
Otra posible función del volador es la de informar del inicio de un acontecimiento. Por ejemplo, que empiezan los pasacalles, alborada o como se llamen los gaiteros y tamborileros esos que recorren el pueblo a las nueve de la mañana después de que la orquesta estuviese atronando a todo el pueblo hasta las seis y media. Lo cual no tiene el más mínimo sentido.
Pero es que también se usan para anunciar final del evento. En mi pueblo, en las sardinadas que se hacen durante el verano, cuando se acaban las sardinas, tiran voladores. No uno, ni dos. Unos cuantos. Lo malo es que las sardinas se pueden acabar a las dos de las mañana. Lo  cual a los vecinos que estén durmiendo, ya sea porque trabajen al día siguiente -por ejemplo pescando sardinas-, porque a la mañana siguiente tienen cosas que hacer, porque son niños, personas mayores, enfermos... le tiene que hacer una gracia de órdago.

Todo es esto me sirve como entradilla para lo que realmente vengo a contar. Quiero hablar del tipo que tira los voladores.
Les vengo haciendo un seguimiento desde que era crío.
Yo no diría que son exactamente el tonto del pueblo pero sí pertenecen a ese orden, reino, género, familia, tipo, especie o algo relacionado.
El que enciende los voladores es el típico tonto pero que se cree listo. El que está convencido de que todo lo hace bien.
Es tan tonto que cree que realmente es una figura clave para sacar adelante las fiestas. Piensa que para encender un volador se necesitan unos conocimientos equiparables a los de un ingeniero aeronáutico. Mataría si le ofreciesen a otro la crucial tarea de tirar los voladores. Siempre piensa que todo el mundo lo mira. En el fondo es una actividad que parece hecha especialmente para él: poco trabajo, poca complicación pero con resultados vistosos o, al menos, sonoros. Le gusta ser contemplado por su hijo pequeño mientras lanza petardos al cielo para que tenga un recuerdo vital de lo importante que era su padre. Días de gloria con su panza y ese cigarro con el que prende la mecha. La octava salva ya la envía al cielo mientras sostiene un vaso de plástico con su vino cosechero del mismo modo que quien demuestra que lo tiene todo dominado. La duodécima ya va con el cacharro de Ballantines en la mano. En la decimosexta se quema la mano con la que sujeta el volador al encenderlo pero ni de entera. Con la vigésima está a punto de meter el volador por la ventana de la casa del Venancio debido a la borrachera que arrastra. Después deja a los críos del pueblo que tiren los últimos voladores y acaban incendiando un pajar.
El voladores se levanta a la mañana siguiente con resaca de alcohol y tabaco, oliendo a pólvora, con una mano quemada y la otra calva y oliendo a torreznillos pero henchido de orgullo pensando en qué importante tarea le ha sido encomendada.
El año que viene rezará para que la Comisión cuente con él de nuevo.