domingo, 16 de noviembre de 2014

domingo, 9 de noviembre de 2014

Spanish Graffiti

Hace muchísimo años que se fue aquel que sería nuestro último verano.
Los tres teníamos 17 años y entrábamos en la Universidad. Imaginábamos que a partir de entonces todo iba a cambiar. Como, en cierta medida, así fue. 
Era septiembre habían terminado las fiestas de Luarca y aún faltaban dos semanas para las de Puerto de Vega. Con muy poco dinero, una tienda de campaña y una piedra de costo del tamaño de un mechero cogimos el autobús y nos plantamos en un pueblo de las montañas donde decían tenían unas fiestas muy buenas.
Recuerdo que llovió los tres días que estuvimos allí pero no le dimos la más mínima importancia. Allí pasaron muchas cosas de las que no nos dimos cuenta. La última vez en que fuimos jóvenes. La última vez en que fuimos relativamente libres. También fue cuando los porros rompieron definitivamente algo en mí. 
La juventud es una carrera de estúpidos en el que si ganas eres el más imbécil pero la opción de quedar el último no es mejor.

No quiero decir que los veranos que siguieron fuesen muy diferentes pero ya no fueron iguales. Nos veíamos menos, había novias, exámenes, otros amigos.
Entonces yo tocaba mi batería en el sótano de la casa de mis abuelos. A treinta metros, la abuela de Pedro decían que yo tocaba muy mal. A cuarenta metros en la otra dirección, Sito decía que le había despertado de la siesta.
Hoy sería imposible que, si mis abuelos siguiesen vivos y yo tuviese la oportunidad de seguir tocando mi batería en su sótano, me mis amigos me oyesen.
Sito se fue a vivir al otro lado del río Navia. Donde el suelo era más barato. Pedro vive en Mallorca. A más de mil kilómetros de donde un tambor puede ser oído. Ocho vive mucho más lejos. En Bruselas. Uno sufre en su pequeña empresa los impagos de los clientes. Otro se fue harto de la falta de seriedad de los empresarios Asturianos. Y el otro montó su negocio fuera de España. Por mi parte yo vivo en un lugar en el que nunca pensé que iba a acabar viviendo.

Este verano vi a Ocho. Ambos estábamos con nuestros hijos en las atracciones. Nos abrazamos.
Cuando nos abrazamos, abrazamos a personas diferentes. Abrazamos a un pasado que fue pero que ya no es. Él abraza al Cacán que conoció. Yo al Ocho que fue. 
En el fondo él se abraza a sí mismo. A su vida, a sus recuerdos, a ese tiempo de entonces. 
Yo a los míos.