sábado, 20 de enero de 2007

Grandes estupideces

Hay un montón de eventos "deportivos" que coinciden en una cosa: su nulo interés.

Y es que por mucho que nos quieran colar las ligas de balonmano, de futbol sala, -incluso la de baloncesto-, la vuelta ciclista a España, el mundial de Super Bikes, los campeonatos del mundo de patinaje artístico o de gimnasia rítmica, la natación sincronizada, las regatas de cuatro sin timonel o con tres timoneles y uno remando... a nadie le importan una carajo.

Es verdad.

Es más raro encontrar a alguien que siga el mundial de cross por la segunda cadena, que a una persona que se haya leído El Quijote entero.

De todos estos eventos tan seguidos por TVE y en los que se gasta tanta pasta el contribuyente, el que más asco me da es el Rally Dakar (que es un rally que acaba en Dakar pero que por motivos publicitarios cada año empieza en un sitio distinto).

¿Qué por qué lo odio?
Primero, no me interesa una mierda si Arcarons llega al lago rosa el primero o el último, si Marc Coma es un experto en navegación o si Carlos Sainz desperdicia el mejor coche y los mejores medios contra cualquier duna.

Pero eso no tiene mayor importancia.

Me toca las narices es tener que escuchar esas historias de que si el rally es una aventura, que si tal es el primer minusválido que ha participado, que si el ciego, que si la pareja, que si una forma de vida... cuando la realidad es que todos los años se mueren, porlo menos, un par de "aventureros" y otra docena vuelve directamente en helicóptero a un hospital.

Si de verdad es una aventura que se lo hagan andando y sin asistencia. Y que no se lleven cámaras de televisión. Es paradójico ver como, para irse de "aventura" al desierto, los equipos potentes se llevan treinta personas, cinco camiones de asistencia, dos helicópteros, un taller rodante, una UVI móvil...

Por otro lado, si lo que quieren es hacerlo en moto o en coche, -aparte de los daños ecológicos que ocasionan- que vayan por lugares donde no molesten absolutamente a nadie.

Pero esto lo puedo aguantar.

Pero lo que más me fastidia es cuando en vez de matarse los "aventureros" se cargan a algún niño que cruza la calle de su poblado o que juega detrás de una duna.

Aventureros de los cojones, coged vuestras marcas y patrocinadores y poneos a saltar dunas en medio de Londres, Madrid, París... a ver qué pasaría.