viernes, 21 de agosto de 2009

Bodas (1ª parte)

Esta nueva serie se comenzó a gestar hace ya años y estaba prevista para publicarse dentro de un mes, pero no puedo esperar.
Creo además, que voy a escribir una entrada un poco deslavazada por falta de tiempo para organizar las ideas.

Lo primero que debo decir es que no soy un especial defensor de las bodas. Generalmente no me lo he pasado bien casi nunca en una boda. Soy muy soso y me canso muy pronto.
Hace mucho tiempo, comencé -con la cámara del teléfono móvil- a fotografiar ciertos personajes típicos de estos eventos. Luego, por cambios o averías de los móviles, fui perdiendo todos esos documentos. Y esta serie se fue quedando y quedando hasta que ha llegado el momento elegido para inaugurarla.
Ese momento es mi propia boda.

En realidad, aunque pueda parecer otra cosa, soy un tío bastante respetuoso -o eso intento- con las ideas o ilusiones de los demás y nunca suelo tratar de hacer que los demás se sientan heridos por una opinión mía.
Por lo tanto, criticar las bodas justo antes de celebrar la mía puede resultar un poco inoportuno.
El caso es que, desgraciadamente, el hecho de llevar un año y medio organizando una boda me ha hecho reafirmarme en mis convicciones y además tener muchísima más información para poder mantener mi posición.

Lo primero que debo aclarar es que no es lo mismo boda que matrimonio.
La boda es toda la fanfarria que se monta alrededor de un matrimonio. (Matrimonio es un sustantivo de género masculino, la boda es de género femenino).

Como no sé por donde empezar, voy a empezar por el Restaurante.

- EL RESTAURANTE
(Primera Ley de LaGrand sobre bodas). Una de las máximas que toda persona que quiera organizar una boda debe saber es que el término boda después de un sustantivo lo encarece porque sí.

Ejemplo 1A:
- (Teresita) Vengo a hacer una prueba de peinado. Quiero probar otros looks.
- (Peluquero) Sí, son 35 euros.

Ejemplo 1B
- (Teresita) Vengo a hacer una prueba de peinado. Me caso.
- (Peluquero) Sí, son 95 euros.

Con el restaurante el ejemplo sería así:

Ejemplo 2A:
- (Pepe) El Sábado 25 de Junio venimos a comer 10 amigos.
- (Restaurador) ¿Qué vais a comer?
- (Pepe) A la carta.
- (Restaurador) Te hago precio. Serán X euros (donde X es una cantidad determinada)

Ejemplo 2B:
- (Pepe) El Sábado 25 de Junio venimos a comer 20 amigos.
- (Restaurador) ¿Qué vais a comer?
- (Pepe) Todos lo mismo. Un menú de tres platos y un postre.
- (Restaurador) Como sois tantos te hago precio. Serán X/4 euros (donde X/4 es la cuarta parte del precio de comer a la carta).

Ejemplo 2A:
- (Pepe) El Sábado 25 de Junio venimos a comer 200 amigos.
- (Restaurador) ¿Qué vais a comer?
- (Pepe) Todos lo mismo. Tres platos y un postre... es mi boda.
- (Restaurador) Serán 5X euros (donde 5X es el precio de la carta multiplicado por 5).

Evidentemente no tiene ningún sentido. Es como si en una comida o cena tuviesen menú del día en vez de para los 10, 20 ó 50 servicios normales, para 100, 150 ó 200 y en vez de ser aún más barato lo encareciesen.

- ROPA (vestidos, trajes y demás).
Esta es una de las partes de la boda en que más se nota la enorme influencia femenina en el motor de estos acontecimientos.

Parece que todos odiamos a la aristocracia o al menos esa idea de unos tíos que por ser hijos de alguien tienen el derecho a vivir a costa del erario público o de unas rentas injustas y tener mejores oportunidades que los demás.

Pues no, cuando llegan las bodas parece que son los ejemplo que deben seguirse.
Esa gente que no trabaja en nada o parece que al menos no trabaja en nada que pueda llamarse trabajo -como representaciones o imágenes de firmas o puestos de consejeros en ciertas instituciones-, pasa a ser lo que todos queremos ser pero no nos atrevimos nunca a confesar.

Por tanto, el día de la boda nos disfrazamos de aristócratas.
Muchos cogen el HOLA y se dedican a intentar parecerse a algún individuo o individua del que desconocemos absolutamente si tiene gusto, glamour, clase, charmé o incluso dos dedos de frente.
Les copiamos las corbatas, los pañuelos, el vestido de largo, los zapatos, el maquillaje...
El resultado es siempre patético.

Lo único que conseguimos clavar son sus caras de gilipollas.

(continuará)