lunes, 19 de marzo de 2012

Ehpaña

Hace cuatro o cinco días, paseando por Madrid, me metí por una de las calles que hay detrás del Congreso. Al pasar frente a la ventana de una de las cafeterías de esa calle, vi que dentro estaba de pie un periodista de esos que no sabes el nombre pero que estás harto de ver. Me fijé un poco más y vi que dentro había un ambiente algo "selecto". Seguí caminando y me topé con la entrada de un restaurante muy elegante que parecía lleno de gente.
No sabría definirlo ni explicarlo, pero la sensación que tuve era la de estar mirando un sitio donde a la gente le va muy bien económicamente. Gente alegre, con copas de gin tonic en la mano mientras esperan la hora de cenar. Sin stress y sin mucho agobio laboral. Sí, es una sensación y no tengo modo de explicar por qué.
A continuación, giré la calle y volví a ver los bares vacíos con el camarero viendo el partido entre el Athletic y el Manchester. Una situación que nada tiene que ver con la que había en Madrid cuando yo llegué aquí en el año dos mil siete.
¿Quienes eran esas personas que flotaban sobre una balsa de seguridad en medio de este un mar de crisis?
Puede que me equivoque pero me pareció que eran políticos tirando de dietas. Y lo digo en el amplio sentido. No sólo diputados, también sus consejeros, secretarios, adjuntos, portavoces, asesores, consultistas...
Sé que soy uno más hablando de lo mismo sin hacer nada. Como dicen en Madrid: "Éh lo que hay".

Lo peor es que ese imperio no se extiende a dos cámaras y a sus adláteres, lo peor es que se extiende a toda nuestra sociedad.
Aceptamos que los partidos políticos decidan los jueces, ordenen la administración y creen las normas, nombran directores de entes públicos o miembros del Consejo de Estado o de consejos de administración de empresas con capital público o de gerentes de museos o directores de las cajas de ahorros o de asesores o cientos y cientos de puestos más. Y como lo hemos visto siempre, nos callamos.
Voy a poner un ejemplo que aparece en el enlace que he puesto. María Zaplana. La hija de un ex ministro. Ha sido nombrada asesora del Gabinete de la Secretaría de Estado de Turismo.
No sé el sueldo ni las dietas que tendrá ese puesto. Pero seguro que está bien pagada. Tampoco sé la concurrencia que habrá habido para optar a ese puesto, pero posiblemente se trate des un "cargo de confianza" (nombrada a dedo, vamos).
Veamos su currículo. Habla español e inglés. Estudió en una universidad privada la licenciatura E-1 empresarial. Cuando acabó, pongamos que a los 22 años, estuvo 4 meses de becaria en El Mundo. 1 mes en Cajamadrid, 1 año en Telefónica (no olvidemos que su padre es adjunto al Secretario General de esa empresa). Y desde allí al Gabinete. ¡Ah! también maneja el paquete Office de Microsoft.
Evidentemente yo no digo que sea una estúpida. Seguramente teniendo un padre inteligente -y supongo que su madre también- será una persona que esté por encima de la media en preparación e inteligencia. O sea, que pertenece el 50% que está por encima de la media. Sus estudios son buenos para una chica de unos 24 años. Pero no son nada espectacular. Lo mismo se puede decir de su experiencia. Además, muy posiblemente sea una buena persona y seguro que es una chica con educación y con clase.
Pero, ¿no había mejores candidatos para asesor de ese Gabinete?
Yo estoy seguro que sí.
¿Es ese puesto absolutamente necesario?
Me imagino que no.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, antes tocaban "Aidos", ahora al menos vienen con estudios y disimulan más, pero sigue siendo la misma historia.