martes, 10 de febrero de 2009

La cabra y la soledad

César estaba en Grado. Había ido a pasar unos días sólo. Acababa de terminar la carrera y en vez de estar feliz, se encontraba confuso. No sabía aún qué camino seguir. Buscarse un trabajo de informático o intentarlo con la música. Tampoco tenía muy claro si irse a Madrid sería mejor o peor.
En Oviedo no podía pensar con claridad, en seguida tenía a alguien en su casa intentando montar un fiesta. Y él no sabía decir no. En Navia, con sus padres siempre intentado que estuviese cómodo se sentía muy incómodo.
Decidió ir a dar un vuelta por el paseo del Cubia. Era ya bastante tarde y en breve comenzaría a atardecer.
Como estaba bastante concentrado en pensar en su propia vida caminó mucho. Tanto, que cuando se quiso dar cuenta ya estaba muy lejos. Aún así no le apetecía volver a casa. Así que se sentó en una gran piedra que había al lado del camino.
No había nadie por allí. Era un día bastante frío. César estaba muy cansado y sus ojos comenzaron a cerrarse sin que el se diese cuenta.

Cuando los volvió a abrir ya había amanecido. No sabía cómo pero había pasado toda la noche recostado al lado de la piedra. Su cuerpo no estaba frío, aunque ahora sí comenzaba a sentir frío. Se encontraba descansadísimo. Además, todas sus dudas se habían desvanecido en la noche. Sabía exactamente qué camino tomar y además estaba seguro de ello.

Unos días después, cuando viajaba en un autobús en un largo viaje, mientras dormitaba creyó recordar una figura extraña arropándole y hablándole al oído aquella noche en Grado.
Entonces se acordó de esas extrañas huellas que había a su lado cuando se despertó al comenzar a tener frío.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una pregunta que nada tiene que ver con el comentario de Lagrand.
¿Por qué a veces tratamos mejor a las personas que nos caen como una patada en el culo que a nuestros amigos?. ¿Quizá porque es mejor tener a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca aún?. ¿ Por miedo a la represalia?.

LaGrand dijo...

Yo creo que por varias razones.
A los amigos sabes que los vas a tener aunque no los cuides demasiado. Con los amigos no tienes que demostrar nada. Hay confianza. Los conoces y sabes hasta dónde puedes llegar...
Con los "enemigos" tratas -o algunos lo hacemos- de caerles bien y que te quieran. Porque según las personalidades, hay personas que no llevamos muy bien lo de tener enemigos. También hay una parte de timidez y otra muy importante también de cobardía.
Hablo por mí.

gonzalomelero dijo...

Aquí en el destierro, llega un momento que ya no tratas a nadie. Y entonces tienes muy claro que a quien no echas de menos para nada es a tus enemigos. Pero a los amigos... Dame una sidra y un album de fotos y me convierto en Magdalena rediviva.

Por otro lado, qué buenos ratos pasé yo con mi hermano a orillas del Cubia. Aquellos eran otros tiempos.

Anónimo dijo...

Porque esperamos compasión de ellos el día de mañana, hasta que llega un día de ese momento, moralmene reprobable que toda o casi toda persona suele tener en su vida que es observado por el matrimonio vecino de tu bloque, o mejor dicho, por la dañina y mala persona de la mujer, quien con una mezcla de desden y sutileza te suelta un comentario que te hace cagarse en su puta madre una y mil veces hasta el infinito. Porque no es sólo el comentario, si no los comentarios que la muy zorra se encargará de transmitir al resto de conocidos suyos (y mios). Es entonces cuando piensas: "esta hijaputa sí que sabe hacer daño y encima se lo pongo a güevo".