viernes, 28 de noviembre de 2008

Todo es mentira

Mi mito erótico desde hace ya muchos años era Elena Anaya. Ya en Familia, esa cara tan dulce, ese cuerpecito sexy y esa vocecita me gustaron mucho.
A lo largo del tiempo mi afición por ella aumentó mientras comprobaba como se ponía cada vez más guapa y más sexy.
Su culmen llegó con un reportaje en una revista (FHM o MAN a alguna de estas) donde la chica no podía estar ya más impresionante.

Pues sobre principios del mes de Julio, una tarde estaba cruzando Recoletos y vi a dos chicas, como de treinta años, muy delgadas, de esas en las que no te fijas demasiado. Ni guapas, ni feas.
Pero cuando ya estábamos cruzando y estaban a pocos metros de mí, reconocí que una de ellas era Elena Anaya.
No es que fuese una chica fea, pero no tenía nada que ver con la chica que yo había visto en las películas ni en las revistas.

Hace un par de meses, cruzando la Gran Vía mi novia me avisó de que a nuestro lado estaba el de los Gavilanes (no me sale de las narices ponerme a buscar el nombre por Internet), uno de los tres protagonistas. Iba con dos mujeres, una que llevaba cogida con su mano derecha, era como de unos 50 y tantos de aspecto sudamericano y yo supuse que sería su madre.
En la mano izquierda llevaba cogida a una chica alta, morena, con enormes gafas de sol -como él-. Y mi novia me dijo que ella era una modelo brasileña muy famosa. Yo por más que me fijé no le encontré una belleza especial. Era alta, pero no tenía demasiadas formas. De hecho, en el breve trecho que fuimos tras ellos, nos cruzamos con una o dos chicas bastante más guapas que ella.
Pero amigo, las cosas cambian cuando en vez de estar con vaqueros por la Gran Vía están maquilladas, vestidas, peinadas, arregladas y fotografiadas -y seguramente photoshopeadas- por los mejores maquilladores, vestidores, peinadores, arregladores, fotografiadores -y seguramente photoshopeadores-.

Raica Oliveira (ese culito parece real)